Orlando, más allá de la indignación…
Entiendo la indignación. Yo la siento ¿cómo no voy a entenderla?… Comprendo sin duda también que esa indignación -mezclada con rabia, tristeza y desesperanza- produzca ese coro silenciosamente atronador que recorre la opinión pública -en especial a través de las redes sociales- con un clamor de rechazo a la matanza de Orlando y de condena, no solo al fanatismo ciego y enfermizo que la produjo, sino también a quienes de una manera u otra han encontrado en ella un argumento para validar sus prejuicios, su falta de respeto a la diversidad y su carencia de humanidad.
Sí, es lógico que se clame, que se grite, que se escriba en repudio a esa barbarie que hace añicos cualquier noción de civilidad. Es entendible que se encuentre en ello una catarsis y una manera de intentar procesar el asombrado horror y dolor que provoca. No obstante, hay algo tan lamentable y tan trágico como lo que ocurrió que parece escapársenos entre todo este estruendo: nada de lo que se diga, se escriba, se grite, se clame y se reclame va a hacer que desaparezca en el futuro lo que causó este terrible episodio.
Nada de lo que se diga, se escriba, se grite, se clame y se reclame va a hacer que sientan respeto, empatía y humanidad quienes no los sienten. Esos bárbaros están mucho más allá de esta petición, infinitamente más allá de ese clamor de rechazo y condena que tiene eco solamente en quienes no somos como ellos. Decir que “basta ya” de todo eso y pedir que esos fanáticos viciosos cambien definitivamente NO los convertirá en seres de bien ni impedirá que sigan causando tanto dolor.
Sí, por unos días más continuarán el clamor, el rechazo, la condena, los ‘basta ya’ y la lista de buenos deseos para un mundo mejor o, quizá, tan solo menos mierda que el que tenemos. Pero solo como catarsis, solo como un gesto amorosamente solidario. Solo como eso porque nada va a cambiar… en verdad que nada.
Solo hay que mirar la historia de la humanidad. Desde que el hombre existe ha sido así. Siempre ha encontrado pretextos para odiar. Siempre.
Lamentablemente -dolorosamente, trágicamente- el mundo es así
marioalegreb@gmail.com