El peso del mundo
Abro los ojos en la mañana. Pasan unos diez segundos y llegan, corriendo a toda velocidad, preocupaciones y responsabilidades abundantes en forma de pensamientos. Se instalan en mi mente y acampan, a cuesta de mi comodidad, durante todo el día. Me levanto de la cama con mi cerebro a toda máquina. Se siente una presión en el ceño, como si algo me apretara desde adentro. Camino al baño, me miro al espejo mientras me lavo la boca y, como flechas que aterrizan en la parte interior de mi frente, siguen enterrándose las preocupaciones. Siento el estrés caminando desde mi espalda baja para llegar a quemarme los trapecios durante gran parte del día.
Me termino de preparar para ir al trabajo. Prendo la radio para que la voz del locutor de todas las mañanas me acompañe mientras cocino mi desayuno y el de mi familia. Los casos de covid y las hospitalizaciones aumentan, los alcaldes roban, matan a uno allá, matan a otro acá, se roban una niña, las escuelas no tienen dinero… lo mismo todos los días. Apago la radio, no puedo con tanta mala noticia. Me engancho los audífonos para escuchar algún podcast o algún álbum musical que me relaje.
Llego a la escuela a trabajar. Pongo una buena cara. Me río con mis estudiantes. Me enseñan, les enseño, aprendemos juntos. La mascarilla nos acompaña. Los abanicos miran para el techo. El sol azota la brea de la carretera aledaña al plantel escolar. El calor entra en los salones. La mascarilla sigue ahí. Los abanicos no cambian su mirada. Me río con mis estudiantes. Me enseñan, les enseño, aprendemos juntos. Suena el timbre de salida.
Me engancho el bulto encima del cansancio que pesa sobre mis hombros. Llego a mi casa. Descanso un poco. La culpa de descansar se sienta junto a las preocupaciones, responsabilidades y el estrés. Me pongo a trabajar. Nunca es suficiente. El trabajo de un maestro es como el del actor en un teatro. La audiencia solo ve el performance. No se ve cómo el actor ensaya, se aprende el libreto y consigue sus atuendos. Llega la hora de acostarme. Se supone que duerma ocho horas. Cierro los ojos.
Abro los ojos en la mañana. Se repite la rutina.