Por ahí viene el lobo
Eran cerca de las 11:00 a.m. cuando recibí una llamada de mi hija y se me aceleró un poco el corazón al pensar que había pasado algo en la escuela.
“Mami se fue la luz y tienes que buscarnos, adelantaron la hora de salida”, me dijo. A los pocos minutos ya mi madre, la súper abuela y la que me resuelve mil dilemas, los había buscado. Esa mañana y la noche previa había caído un diluvio, el cual, acompañado por algunas ráfagas de viento y caídas de ramas de árboles, provocó interrupciones en el servicio eléctrico en varios puntos del País.
Y bueno, estamos en plena temporada de huracanes, la cual se extenderá hasta el próximo 30 de noviembre. Y si esas lloviznas ya trastocaron la rutina normal de clases, ni pensar en como los días en que tengamos lluvias mucho más fuertes alterarán no solo a las escuelas sino a todo el País.
Hace casi un año (21 de septiembre) el apagón general que sufrió Puerto Rico dejó a los 1.5 millones de clientes de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) sin servicio de luz. El gobierno, incluso, declaró un estado de emergencia debido a la situación que tardó varios días en solucionarse. Y no fue solo la luz la que falló. Según se informó entonces, unos 340,000 abonados de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) también se quedaron sin el servicio de agua potable a raíz del apagón.
La fragilidad en que se encuentra el sistema de energía eléctrica del País volvió a aflorar nuevamente hace pocos días, cuando se anunció que la AEE cerrará por unos seis meses la central Palo Seco, la que ubica entre Cataño y Toa Baja, debido a problemas de seguridad. Un estudio encontró que esta central se encuentra en estado de vulnerabilidad ante el azote de algún evento atmosférico.
Y esto no solo se limita a fuertes lluvias y huracanes, sino también a temblores ya que desde hace varios años se ha advertido que Puerto Rico tiene que prepararse para un movimiento de tierra de gran intensidad en cualquier momento. El último gran sismo que afectó a Puerto Rico ocurrió en la mañana del 11 de octubre de 1918, siendo la parte noroeste de la Isla la más afectada debido a su proximidad al epicentro, el cual estuvo acompañado de un maremoto que provocó algunas muertes.
No pretendo crear alarma ni temor con estas líneas, pero sí recordar que debemos crear planes de contingencia para que no estemos desprevenidos ante la ocurrencia de alguno de estos eventos. Varias agencias y organizaciones, como la Cruz Roja, el Departamento de Salud, la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres y el Colegio de Veterinarios, sugieren algunas recomendaciones. Entre estas se encuentran las siguientes: 1) informarse sobre los peligros a los cuales estamos expuestos, 2) preparar un plan familiar que incluya, entre otras cosas, dónde se van a reunir, cómo se van a comunicar, identificar lugares seguros y suministros que deben tener, 3) tener a la mano una mochila de emergencia con agua, alimentos no perecederos, medicamentos de mantenimiento, equipo de primeros auxilios y dinero en efectivo, entre otras cosas, 4) hacer los arreglos pertinentes para facilitar la transportación y las necesidades de poblaciones vulnerables, como bebés, ancianos, personas con impedimentos y aquellos con enfermedades crónicas y 5) proteger a las mascotas.
Son muchas más las precauciones que se deben tomar, pero lo importante es que no ocurra como “el cuento del lobo”, que por ahí viene, por ahí viene, por ahí viene, hasta que llegó… Ya hace unos días el Huracán Harvey, catalogado como el de mayor fuerza que ha tocado territorio estadounidense en 12 años, causó estragos en su paso por Texas. Y, aunque los pronósticos del Huracán Irma aún son imprecisos, algunos apuntan a que el sistema podría pasar sobre o cerca de Puerto Rico, por lo cual amerita que todos estemos pendientes e informados de su trayectoria para poder tomar las debidas precauciones.
¡Hablamos pronto!