¡Boquiabierta!
Así me quedé cuando me enteré que niños de hasta cuatro años están siendo hospitalizados en Puerto Rico por trastornos tan severos como “ideaciones de homicidios contra sus padres”, así como “pensamientos de suicidios”. ¿Cómo puede ser que un menor de tan tierna edad tenga esos conflictos internos? ¿Qué pudo haber motivado ese raciocinio? Son preguntas que llegaron a mi mente ante este escenario tan triste. Aunque ciertamente estos casos no abundan, el hecho de que se estén reportando es un asunto altamente preocupante.
¿Cómo podemos identificar estas situaciones a tiempo o, aún mejor, prevenirlas?
Soy madre y admito que la responsabilidad de la crianza es tarea difícil. Claro, hay innumerables alegrías en el camino, entusiasmo que comienza el mismo día de conocer que dentro de tu vientre se desarrolla una vida que dependerá de tí para su desarrollo físico y mental, particularmente durante sus años de la niñez y adolescencia. Aún en la misma adultez la figura de los padres suele ser imprescindible. ¡Cuántos mensajes de felicitación en el Día de las Madres inundaron las redes sociales recientemente, al igual que en el Día de los Padres!
Un estudio reveló el año pasado (Kids Count de la Fundación Annie E. Casey) que más de 700,000 niños puertorriqueños viven en condiciones de pobreza extrema y que más de la mitad de sus padres no tenían un empleo estable, lo que ponía en riesgo su pleno desarrollo. En esencia, se estima que 84% de los niños en Puerto Rivo viven bajo este escenario.
Otro estudio que recientemente divulgó la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca) dio a conocer que un 18% de la niñez del País padece de alguna enfermedad mental y que otro 13% de la población pediátrica muestra rasgos de alguna condición mental pero no ha sido evaluado ni diagnosticado.
Mientras tanto, la Administración de Instituciones Juveniles tenía unos 250 menores bajo su custodia para mayo de este año, en su mayoría por faltas menores.
Pero los problemas en la niñez y la juventud no se limitan solo a Puerto Rico.
Hace casi dos años (septiembre de 2015), líderes de varios países se comprometieron a acabar con la pobreza para el 2030. De no cumplir con una serie de Objetivos de Desarrollo Sostenible entonces delineados, se estima que casi 70 millones de niños morirán antes de cumplir los cinco años, que más de 60 millones de niños en edad escolar estarán sin escolarizar y que se habrá obligado a contraer matrimonio a unas 750 millones de niñas.
Hay estrategias trazadas desde antaño, sin embargo, para tratar de evitar tan sombrío panorama.
Desde el 1954, todos los 20 de noviembre se celebra el Día Universal del Niño y se anuncian estrategias para proteger y fomentar el desarrollo de la niñez. Además, desde la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño en 1989 se estableció una serie de derechos para la niñez, incluyendo los relativos a la vida, la salud, la educación y a jugar, así como el derecho a la vida familiar, a estar protegidos de la violencia, a no ser discriminados y a que se escuchen sus opiniones.
Pero, a mi juicio, más que tratados y declaraciones internacionales, la ayuda que urgen nuestros niños y jóvenes proviene de la práctica, del día a día, de la cotidianidad de la vida misma. Madres y padres, abuel@s, tí@s, tutores, vecin@s, todos estamos obligados a velar por el bienestar de los menores, más aún en momentos de grandes retos y dificultades económicas, sociales, políticas y de otros niveles.
El desafío comienza en cada hogar, en cada comunidad, en cada pueblo, en cada País.
Velemos por los nuestros, evitemos capítulos y tragedias que nos dejen sin aliento y sin la semilla de nuestro futuro.
Estamos a tiempo.