El estrellamiento de Trump
Donald Trump ha dicho que una de sus cualidades es tener un buen temperamento.
Pero, al mismo tiempo ha presumido que sus seguidores le son tan fieles que puede matar a alguien en la quinta avenida de Nueva York y no le retirarán el respaldo.
Ese aire de superioridad pueda haberle hecho pensar que sus comentarios, por más escandalosos que fueran, no afectarían la lealtad de sus seguidores.
Hasta ahora, pues las cosas tienen un límite, sobre todo para políticos republicanos que temen que el apoyo al Donald les cueste su reelección.
Para algunos tolerantes, las expresiones de Trump de 2005 – en una infame conversación con el periodista de farándula Billy Bush-, en las que el candidato presidencial republicano afirma con vulgar normalidad que “cuando se es una estrella” se puede hacer lo que quiera con las mujeres, incluso agarrarles por la vagina, puede haber colmado la copa.
El vicepresidente Joseph Biden y el excandidato presidencial republicano John McCain, senador por Arizona, coincidieron por separado y con absoluta razón, que las expresiones de Trump hacen referencia a un “ataque sexual” en contra de una mujer.
Los prejuicios demostrados en contra de los indocumentados mexicanos no fueron suficiente. Tampoco el haber cuestionado la nacionalidad del primer presidente negro, proponer impedir la entrada a EEUU de personas debido a sus creencias religiosas o haberse burlado de un periodista físicamente discapacitado.
Ahora, con las expresiones más desagradables y perturbadoras, todo el establishment republicano condena y muchos comienzan a abandonarle, reconociendo – quizá- que al atacar al electorado más numeroso entonces sí que la contienda presidencial está perdida y que solo les queda la salvación política individual, si el electorado les perdona el haber mirado antes para otro lado.
El 8 de noviembre se conocerá como ha reaccionado el electorado, no solo con Trump – con el que los republicanos van a tener que cargar por lo menos hasta ese día, a pesar de los pedidos para que se retire- sino con los republicanos que de una u otra forma le han acompañado en estas alocadas elecciones presidenciales.
Jenniffer González- para dejar el récord claro-, quizá fue la única de la delegación boricua que decidió ausentarse de la noche de coronación de Trump el pasado 21 de julio en el cierre de la convención presidencial republicano, para que no hubiese confusión sobre su rechazó al magnate de las bienes raíces.
Pero, al ver y escuchar el vídeo pensaba yo en los que fueron a aplaudir a Trump a la convención presidencial republicana de Cleveland, en julio, aun sin apoyarle directamente. Para ellos, aquella debería ser una noche para olvidar. Tenían todas las indicaciones de que era una arena movediza que se los iba a tragar.
McCain, quien busca revalidar en noviembre una vez más como senador, ha explicado mejor que nadie el triste proceso que viven los republicanos que la han hecho el juego a Trump.
Con McCain, por cierto, los expresidentes y candidatos presidenciales republicanos, hasta ahora con excepción del exsenador Robert Dole – aspirante a la Casa Blanca en 1996-, han rechazado a Trump.
“He querido respaldar al candidato de nuestro partido. No fue mi opción, pero como excandidato, pensé que era importante respetar el hecho de que Trump ganó una mayoría de los delegados a base de las reglas establecidas por nuestro partido. Pensé que le debía esa deferencia a sus seguidores. Pero, el comportamiento esta semana de Donald Trump, concluyendo con la revelación de sus degradantes comentarios sobre la mujer y sus alardeos sobre ataques sexuales, hacen imposible un apoyo condicionado a su candidatura. Cindy (en referencia a su esposa), con su fuerte historial sobre derechos humanos y respeto hacia las mujeres, está plenamente de acuerdo conmigo en este asunto”, dijo McCain, al indicar que votarán por nominación directa por “algún buen conservador republicano cualificado para ser presidente”.
La realidad demográfica de EEUU ya advertía del muy complicado camino de Trump hacia la Casa Blanca.
Sacarlo de las papeletas electorales de los 50 estados, por más que se hagan llamamientos de última hora, no parece una alternativa real. Pero, son llamados importantes pues sirven de duro recordatorio a los que tranquilamente, sin sonrojarse, le han tolerado sus prejuicios durante los últimos meses.