La entrevista a Nelson Denis
NUEVA YORK. – Nelson Antonio Denis acababa de ser aceptado en la Universidad de Harvard.
Curioso al fin, se fue a la gigantesca biblioteca Widener de la universidad, que se precia de tener 57 millas de libros, en busca de información sobre el que destaca como el primer puertorriqueño en graduarse de la Escuela de Derecho de la prestigiosa institución universitaria estadounidense.
Para su sorpresa no encontró ninguna referencia a Pedro Albizu Campos. Desde entonces Denis -quien llegó a Harvard con 18 años-, ha estado en busca de conocer y explorar su propia historia.
Nacido en Nueva York, hijo de una puertorriqueña y un cubano, Denis tuvo cuando era niño, con apenas ocho años, el primer choque con la guerra fría, justo en los momentos de la crisis de los misiles soviéticos en Cuba.
Eran las 3:00 de la mañana de un día de octubre de 1962 cuando agentes del FBI tocaron a la puerta del edificio 600 de la calle 161 en que vivía con su familia en Washington Heights. Arrestaron a su padre, un operador de elevador admirador de la revolución cubana, por supuesto espionaje político. Sin audiencia o juicio, Antonio Denis Jordán fue deportado a La Habana. Nunca más le volvió a ver.
Escritor, abogado y político, Denis hizo su bachillerato en Harvard, pero estudió derecho en la Universidad de Yale, donde coincidió, aunque ella llegó antes, con Sonia Sotomayor.
Ha sido responsable de la junta editorial del diario La Prensa (1989 a 1991) y legislador estatal (1997 a 2000).
Denis, quien aún vive en el mismo barrio de Washington Heights de Manhattan en el que creció, acaba de publicar el libro “Guerra contra todos los puertorriqueños”, una mirada incisiva y fresca a los excesos de la política estadounidense durante la primera mitad del pasado siglo.
El título alude al nefasto grito de batalla del entonces jefe policial y exoficial de inteligencia militar, E. Francis Riggs, tras la Masacre de Río Piedras, en que la Policía dio muerte el 24 de marzo de 1935 a tres nacionalistas y un estudiante, cuando declaró que si Albizu Campos seguía su lucha por la independencia habría “guerra hasta la muerte contra todos los puertorriqueños”.
Con elocuente narrativa, Denis revive dolorosos sucesos:
-Las masacres de Río Piedras y Ponce.
-La inusitada ocasión en que Estados Unidos, en medio de una ley marcial, utilizó su Fuerza Aérea -la Guardia Nacional de Puerto Rico- para lanzar bombas en dos pueblos de la Isla, Utuado y Jayuya, con el objetivo de contener la Revolución Nacionalista de 1950.
“Ese es el único momento en la historia en que Estados Unidos ha bombardeado a sus propios ciudadanos”, resaltó.
-La ley de la mordaza adoptada por el gobernador Luis Muñoz Marín.
EL PRIMER GOBERNADOR CIVIL. Denis recuenta el irrespeto y la arrogancia bajo la cual Estados Unidos tomó muchas de sus decisiones en la primera mitad del siglo pasado, con atención a las andanzas del primer gobernador civil (1900-1901), Charles Herbert Allen, quien dejó el puesto un año después de haber sido designado con el propósito de acaparar la industria del azúcar a través de la American Sugar Refining Company, ahora Domino Sugar.
El libro revela un documento en el que el FBI le imputa a Muñoz Marín haber sido adicto al opio, destaca cómo Estados Unidos llegó a infiltrar el propio liderato del Partido Nacionalista y acentúa las denuncias, hechas desde la década de 1980 por el historiador Pedro Aponte Vázquez, sobre el posible uso de radiación contra Albizu Campos cuando estaba preso en La Princesa.
La publicación ha tenido una gran acogida.
Hay narraciones que han sorprendido a muchos, como los detalles sobre los movimientos y hasta los momentos de suspiro de Vidal Rodríguez defendiendo su barbería, sede de un arsenal de los nacionalistas, durante la revuelta del 30 de octubre de 1950.
También la alusión a que Albizu Campos recitó el poema “Puerto Rico, Puerto Pobre” de Pablo Neruda, en enero de 1934, cuando asumía el liderato de la huelga en la industria azucarera, un momento que considera clave para la determinación de las autoridades estadounidenses de enfrentarse a los nacionalistas. Denis atribuye la referencia al poema al discurso de Albizu Campos del 11 de enero de 1934, el cual sostiene que fue publicado íntegramente en El Imparcial. Los rastros del poema colocan su publicación en libro a partir de 1960.
Denis sostiene que su narración se basa no solo en historias periodísticas, libros y las ‘carpetas’ del FBI, sino en múltiples entrevistas con nacionalistas que, productos de una era en que el hermetismo era la norma, le hablaron de forma confidencial y casi siempre anónima.
De esos relatos, sostuvo, salen las historias sobre el espía estadounidense Waller Booth y el uso de la base Ramey, previo a la revuelta nacionalista, como centro de torturas.
“Conocí por vez primera de la referencia de Albizu Campos al poema de Neruda por medio de un trabajador de la caña en Guayama que escuchó el discurso, y después se convirtió en nacionalista”, indicó Denis.
La entrevista con Denis tuvo lugar el pasado 1 de mayo, en un restaurante frente al edificio de apartamentos en que reside en la zona de Washington Heights.
El encuentro se extendió por dos horas. Pero, la conversación continuó días después.
Denis estará mañana (hoy) lunes (2:00 p.m.) en La Tertulia en Río Piedras. el miércoles en la noche (6:30 p.m.) en el Ateneo Puertorriqueño en San Juan y el jueves en la librería Bookmark de Guaynabo para presentar su libro.
En julio hará un recorrido por ocho pueblos, organizado por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP).
¿Por qué el libro?
-Cuando estaba en la Universidad de Harvard tomé un año libre para tratar de decidir lo que quería hacer con mi vida. Quería entender mi propia historia, saber de dónde vine. Como no tenía acceso a la historia de mi papá, fui a conocer la historia de la familia de mi madre (Sarah) en Caguas. Un familiar fue guardaespaldas de Albizu Campos y cadete de la República. Se llamaba Juan José Cuadrado. Él me presentó a otro nacionalista. En aquel momento era muy difícil documentar esos relatos, que entonces fueron más parte de mi historia familiar y personal.
¿Qué lo motiva entonces a escribir el libro?
-Las carpetas del FBI, tras la divulgación que hiciera en el año 2000 el director de entonces del FBI, Louis Freeh, a solicitud del congresista José Serrano. En esas carpetas se corroboró la forma en que la gente fue seguida, espiada, controlada políticamente. Carreras fueron arruinadas y familias divididas. No era una colección de información pasiva. Usaban esa información como instrumento de control político y social. Hubo gente que se tuvo que ir de la Isla, otros que desaparecieron. Me dije, ‘esto es una historia que se tiene que contar’.
¿Todo es historia o hay partes noveladas?
-Todo está basado en las investigaciones, entrevistas a nacionalistas, las carpetas y testimonios del Congreso, entre otras fuentes.
¿Es usted independentista?
-Lo que he querido es preservar y presentar datos que componen la historia de nuestras relaciones con Estados Unidos. He querido dejar que los datos hablen por sí mismos. Desde Nueva York no tengo derecho a imponer opiniones personales a la gente en la Isla, pero creo que la peor opción que tienen es la condición actual. Creo que está reconocido que es un status disfuncional, con una deuda de $73,000 millones y un problema al que Estados Unidos no se quiere enfrentar. El hecho de que el Partido Independentista Puertorriqueño me haya invitado a Puerto Rico, sin embargo, y vaya a estar con ellos en ocho pueblos debe dar una buena indicación de lo que pienso sobre hacia dónde debe ir la Isla.
¿Para usted qué representa Pedro Albizu Campos?
-La conciencia de Puerto Rico. Puso las cuentas claras. Es una combinación de Nelson Mandela, José Martí y Simón Bolívar. Fue un tremendo intelectual, (primer) puertorriqueño en (graduarse) de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, que dominó seis idiomas. Le mostró a los puertorriqueños el camino del sacrificio y la resistencia, al estar 25 de sus últimos 29 años en prisión. La historia demuestra que sacrificó su libertad, su vida y su familia por los principios que defendía. Y todo indica que fue sujeto a radiación por el gobierno de Estados Unidos, mientras estuvo en la cárcel La Princesa.
Hay una reunión que usted resalta, de la cual dice que se ha escrito antes, pero que el libro busca poner en perspectiva. Me refiero a la invitación que le hiciera el jefe de la Policía Riggs a Albizu Campos a almorzar en el club del Escambrón, el 18 de enero de 1934.
-Riggs era un personaje misterioso, que además de ser jefe de la Policía estaba en Puerto Rico para defender los intereses de su padre, presidente del poderoso Riggs National Bank, que ayudó a financiar varias dictaduras en Centroamérica y Suramérica. De hecho, el banco cierra después de que se determinó que lavaba dinero para el dictador Augusto Pinochet en Chile. Una vez Albizu Campos logró duplicar el salario de los trabajadores de la caña, Riggs le hace una oferta de $150,000 y convertirlo en el próximo líder del Senado, a cambio de que abandonara a los trabajadores de la industria de azúcar y el nacionalismo. Albizu Campos mantuvo que no estaba a la venta. Poco después se desata la violencia, a partir de la Masacre de Río Piedras, tiroteando incluso al que había sido tesorero del Partido Nacionalista, y Riggs dice que si los nacionalistas y Albizu Campos seguían organizando a los macheteros habría “guerra hasta la muerte contra todos los puertorriqueños”.
De ahí saca el título del libro.
-El título da la idea, por las palabras de Riggs, de cuál era la actitud del gobierno de Estados Unidos hacia los puertorriqueños. Podían matar a la gente a la luz del día y sin disimulo. Así fue con la Masacre de Ponce, que en los periódicos estadounidenses, como el New York Times, inicialmente se reportó como si se hubiese tratado de un motín y alegó que la Policía actuó en defensa propia.
Ha sorprendido que directamente atribuye eso a un mozo que estuvo allí en la reunión entre Albizu Campos y Riggs.
-Nunca quiso dar su nombre, pero hay uno que se hacía llamar 1717. Pero, no se trató de algo apócrifo. Es una historia que se reportó y se dio a conocer también por fuentes múltiples, incluso Laura Meneses, Marisa Rosado y Federico Ribes Tovar. El Imparcial reportó sobre la reunión. Todo indica que tras rechazar Albizu Campos la oferta, algo parecido se le ofreció a Luis Muñoz Marín.
Pero tarda varios años más Muñoz Marín en dejar a un lado su ideal de independencia. ¿Cuál es su evaluación sobre la figura de Luis Muñoz Marín?
-Estoy consciente de que su cambio empieza en 1943. No hago una evaluación de Muñoz Marín. Me limito a presentar hechos, sin imponer mi perspectiva personal. Presento hechos irrefutables.
Divulga un documento -quizá por vez primera en una publicación- en el que el FBI describe a Muñoz Marín como adicto al opio. Teoriza que ese documento el FBI lo usó para controlar a Muñoz Marín.
-Ese documento es un informe que sale de las carpetas del FBI, que curiosamente estuvo publicado por un tiempo en internet y luego desapareció. No lo he visto en ningún otro libro.
¿Cree que Muñoz Marín era adicto al opio? En esas carpetas del FBI y de la Policía de Puerto Rico hubo también muchas exageraciones y falsedades.
-En mi mente no hay ningún debate. En su misma autobiografía Memorias, describe una reunión en 1932, a principios de su regreso a Puerto Rico, en el que dice que ya había un rumor sobre ese hábito personal de él. En su libro lo niega. Pero, en otra parte de las carpetas lo identifican como ‘el moto de Isla Verde’. Había un reconocimiento general de que tenía ese problema (de adicción al opio). Sé que es algo controversial.
Hay un personaje en la historia que usted ubica como un verdadero rufián. ¿Qué representó Charles Herbert Allen, el primer gobernador civil de Puerto Rico, bajo la bandera estadounidense?
-Allen convirtió la isla de Puerto Rico en una escena delictiva. Usó sus breves 17 meses como primer gobernador civil de Puerto Rico para determinar lo que se podía llevar. Su “primer informe anual” para el presidente William McKinley fue en realidad un plan de negocios para la adquisición masiva de la economía agrícola de Puerto Rico.
Es una oportunidad para la opinión pública estadounidense conocer los momentos más oscuros de su relación con Puerto Rico.
-Mucha de esta información ha existido. Pero Estados Unidos no ha querido conocer la naturaleza de su relación con Puerto Rico. La atención de los políticos es muy corta. Quizá se necesita un trato cinematográfico para darle plena atención a la historia. Mi libro debería abrir las puertas a muchos libros sobre las carpetas. Son 1.8 millones de páginas que deben motivar a historiadores a hacer análisis continuos sobre los acontecimientos y las ventajas que tomó Estados Unidos. Lo único que tenemos en Washington es un comisionado residente que no tiene voto y cuya voz está tan condicionada que es como si no tuviera voz. Al mismo tiempo hay una falta de coordinación entre los mismos puertorriqueños, que Estados Unidos aprovecha para decir que no recibe un mensaje claro de parte de Puerto Rico.
Con el tiempo ha crecido el respaldo a la estadidad.
-Es una combinación del aborrecimiento al Estado Libre Asociado (ELA )-que es realmente una colonia-, la desesperación económica, el síndrome de Estocolmo (el afecto que se puede desarrollar hacia el secuestrador); el interés personal de políticos locales que ganan con este debate; y las incansables relaciones públicas que ha mantenido por décadas el Partido Nuevo Progresista (PNP). Personalmente pienso que Puerto Rico merece y está plenamente capacitado para su independencia. Pero, dejando a un lado mi opinión, Puerto Rico se merece una opción clara entre la independencia o la estadidad. El ELA es un fraude. Una vez se pueda hacer esa selección, Estados Unidos deberá honrarlo. Si no lo hace, quedará más claro que lo que canta un gallo que Puerto Rico es una colonia.
Usted es mitad cubano, pero siempre se ha identificado como puertorriqueño.
-Nunca conocí a la familia de mi papá. Lo arrestaron cuando tenía ocho años. Mi familia siempre ha sido la de mi mamá y mi abuela. Además, en las décadas de 1960 y 1970 había muchos puertorriqueños en Washington Heights, que es donde me crié y he vivido la mayor parte de mi vida. Ser puertorriqueño define mi herencia y define quién soy yo.
¿Por qué no supo nunca más de su papá? ¿Nunca fue a verlo?
-Llegaron cartas, siete u ocho, algunas tachadas o abiertas, para que supiéramos que las leían. Mi mamá llegó a tener un plan para mudarnos a Cuba, con mi abuela. Le dieron un número para tomar un barco, que pienso era clandestino. Pero, mi abuela, que tenía 80 años, se enfermó de gravedad ese día. Mi mamá tuvo que decidir entre irnos o dejarla enferma. Canceló el viaje esa misma noche. Se sabía que la puerta quedaba cerrada.
¿Tiene familia en Cuba?
-Creo que mi papá se casó de nuevo. Quizá algún día vaya. Pero, en aquella época, yo era único hijo, con una madre costurera y una abuela de 80 años.
¿Qué opina del camino hacia el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos?
-La política hacia Cuba fue un fracaso enorme de los líderes estadounidenses. Para mí fue una tragedia personal y es lógico que haya afectado a millones de familias más.
Es irónico que se intente normalizar esa relación y que Puerto Rico siga sin decidir su futuro político.
-Hay una desesperanza en Puerto Rico que requiere atención inmediata. La gente abandona la Isla, y la deuda y los impuestos son insostenibles. Ha sido de alta presión la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos, que ha incluido violencia, el bombardeo de dos pueblos, los arrestos de más de 3,000 personas (en medio de la revuelta nacionalista), la existencia de 100,000 carpetas del FBI poniendo a pelear hermanos contra hermanos. Ahora Wall Street le dijo a Puerto Rico que si se recortaban las pensiones, se despedían decenas de miles de obreros del Gobierno, se imponían tarifas más alta en el precio de la gasolina -lo que se hizo dos veces en un año- y un plan de austeridad fiscal, no se iba a degradar el precio de los bonos de Puerto Rico. Pero, eso fue lo que exactamente hizo. Mientras tanto adoptan en Puerto Rico una Ley 22 que tiende una alfombra roja a inversionistas multimillonarios como John Paulson, quien ganó miles de millones de dólares durante la crisis financiera apostando en contra de Estados Unidos. Crean la misma angustia de 1900, cuando llegó el huracán San Ciriaco y no enviaron ayuda, devaluaron el peso que circulaba en Puerto Rico en 40% para beneficiar el dólar, aprobaron la ley Hollander que forzó a los pequeños agricultores a hipotecar sus tierras en bancos estadounidenses. Vuelven a mantener a Puerto Rico en angustia, mientras ellos obtienen todos sus beneficios. En ese sentido la guerra contra los puertorriqueños no ha terminado.
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ACLARACIÓN: La entrevista fue publicada el domingo 17 de mayo de 2015 en la edición impresa de El Nuevo Día: Aquí ahora aparece con una corrección histórica, pues indicaba que Albizu Campos fue el primer puertorriqueño en ingresar a la Universidad de Harvard. En su libro, Denis indica que Albizu Campos fue el primero en graduarse del Harvard College y Harvard Law School. Según el historiador y profesor universitario Luis Ferrao, autor del libro ‘Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño, “antes que Albizu (Clase de 1916) se graduaron de Harvard los puertorriqueños Manuel Arturo Saldaña (clase del 1896), Eduardo Egberto Saldaña (clase de 1897 e Ingeniero de centrales azucareras) y Carlos Gallardo (Clase de 1909)”.