Todo tiene un comienzo
Cuando mi vida era más fácil -bueno, menos complicada-, trabajaba solo para satisfacer mis necesidades personales y no importaba cuánto gastaba mensualmente. Detestaba hacer compras por Internet, no miraba los “shoppers” para enterarme de especiales y ni pensar que andar con cupones en la mano para aprovechar alguna oferta.
Todo se trataba de impulsos y gustos. No estaban en el panorama los cálculos, beneficios, ahorros, comparaciones de precios y mucho menos la idea de que me llegara al correo un cheque del dinero acumulado en recompensas (“rewards”).
Tan retro andaba por el mundo, que hasta prefería acudir a las agencias a pagar las facturas antes de pensar hacer alguna transacción por Internet.
Todo cambió cuando de repente me dieron la noticia de que no podía conducir. Tenía 21 semanas de embarazo y me diagnosticaron con tromboflebitis profunda. En otras palabras, tenía la sangre coagulada, por lo que los medicamentos requerían un cambio de estilo de vida.
Yo solo pensaba en todo lo que debía comprar, en los preparativos que tenía que hacer para recibir a una criatura al mundo. En lugar de sentirme inútil, comencé a buscar alternativas. Acepto que las conseguí en el mundo que rechazaba: el Internet.
Comencé buscando las tiendas que me gustaban e inscribiéndome para recibir correos electrónicos. También busqué sitios especializados que ayudan a conseguir ofertas, cupones o brindan información sobre cómo lograr una mejor compra.
Mis amigos se sorprendían de los ahorros que empezaba a lograr en artículos de marca. “Avísame para la próxima”, me decían.
Uno de mis grandes logros, porque así los celebros, fue conseguir un secador de pelo utilizado por estilistas en los salones de belleza en $13.73, cuando el fabricante lo tiene valorado en $210. Una semana completa estuve pendiente para hacer la compra. Aunque debo aclarar que a veces he estado meses pendiente a un artículo.
Poco a poco me volví un vocero de especiales para mis amistades. Les contaba sobre los cupones de descuentos que había disponibles, cómo lograr regalos por las compras y cómo ir a un solo lugar a buscar víveres, pero solicitando los especiales de las otras tiendas. Ahora me envían la información de lo que desean comprar para que les alerte cuando pongan el artículo en especial.
Con la experiencia, he comprendido que la mejor compra -que para mí es la de un producto de calidad al más bajo precio-, solo se logra con paciencia. Atrás quedaron los impulsos. Los reemplacé con la premeditación. La idea es comprar un servicio o un buen producto de forma educada.
No hay que ser experto en economía para lograr compras de calidad, a buen precio, con o sin cupones de descuento. Lo más importante es estirar el peso cuando se atraviesan periodos de recesión. Para contagiarte, te invito a leer las próximas entradas de mi blog, en las que compartiré mis trucos para ganarle la pelea a los precios altos. Desde ahora saldrás de compras con Frances.