Una vez escuché decir al expresidente del Partido Nuevo Progresista, Carlos Ignacio Pesquera, que las tiendas se habían convertido en probadores. Y yo confieso que estoy en la lista de esos pecadores.

Me gusta visitar ciertas tiendas para conocer sobre las marcas, la calidad, los precios, el material para la fabricación del artículo y los tamaños, entre otras cosas. Lo que más me gusta lo compro luego por internet a precios muchos más bajos.

En una ocasión sufrí mucho cargo de conciencia. Me apenó no comprarle a un pequeño comerciante. Resulta que fui a una tienda de tenis y me hice la prueba de las pisadas. Me probé varios zapatos, todos a precios de sobre $100. El comerciante dejó una nota en su base de datos del estilo que más convenía, porque le indiqué que debía pensar si gastaría tal suma por unos zapatos. Es que no soy de comprarme zapatos tan caros.

Confieso que salí a buscar los dichosos zapatos en distintas tiendas que conozco en la web. En una tienda especializada en zapatos los compré a $65. Me ahorré la mitad y un poco más, tomando en cuenta que no pagué IVU.

En ocasiones estas visitas al “probador” me llevan directo a la página cibernética de la misma tienda que visito. La decisión final de dar el tarjetazo por la web la tomo al considerar si el artículo que busco está más barato o si me aplican al precio final un cupón con mayor descuento que el que me harían en la tienda.

Lo que más inseguridad me da al comprar por internet es la ropa para mí. Temo que no me quede bien, que esté mal cosida o que la tela no sea de calidad. En estos momentos hay que decidir si el precio vale la pena como para arriesgarse.

Yo prefiero hacer compras en mis tiendas preferidas de la web, muchas de las cuales aún no han llegado a Puerto Rico. Las visito cuando voy a Estados Unidos, y aprovecho para evaluar tendencias, hacer algunas compras, pero, sobre todo, aprender un poco sobre las telas que utilizan.

Cuando necesito algún artículo y no tengo ninguna referencia de una tienda, recurro a algunos trucos. Me explico. Si necesito unos zapatos particulares y no conozco la marca, voy a algún portal de búsqueda, escribo el nombre y ‘size chart’. Algunas tiendas tienen hasta tablas para medirte el pie y saber cuál es el tamaño que te conviene comprar.

También busco referencias de otros usuarios (“reviews”). Hay muchos foros que discuten distintos aspectos de los productos. Sin embargo, me gustan más los vídeos en los que te muestran el artículo, te hablan de la calidad y lo comparan con otros similares. Algunas de las comparaciones las puedes encontrar a través del nombre del producto y la palabra “dupe”.

Usando uno de esos vídeos sobre productos que engañan compré por internet un cepillo para aplicar el maquillaje a $1.99. El original cuesta $55 y nunca lo he visto ni lo veré. El de $1.99 funciona de maravilla.

Conocer de materiales y telas también te ayudará a hacer una buena compra si no tienes ninguna referencia. Yo nunca compraría ropa que indique que tiene tela de PVC o de imitación de piel hecha con plástico. Si uno no lee esas letras pequeñas, nunca se entera que en la fabricación se incluyen estos materiales.

También hay que estar pendiente de la talla. Casi todas las tiendas incluyen las medidas de sus camisas, faldas y pantalones, entre otras piezas. Así que antes de darle un “click” para finalizar la compra, busque quien le ayude a tomarse las medidas y evalúe cuál tamaño le conviene.

Hay ocasiones que estos trucos no funcionan, pero no me he desilusionado. Al final de cuenta tiene la opción de devolver el producto, venderlo a las compañeras de trabajo o por las redes sociales, al igual que regalarlo a un familiar.

Creo que estas compras a ojos cerrados, esas que se hacen cuando no se tiene el producto al frente para tocarlo, medírselo o revisarlo, son las que han desmotivado a muchas personas a comprar a través del internet. Ese miedo yo también lo tuve y por necesidad aprendí a superarlo. Con un poco de dedicación, tal vez lograrás unirte al club.