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¡Ni un perro más, Ni un perro menos!

No estoy con esto tratando de humanizar a nuestros animales, solo estoy tratando de ser justo con el respeto a toda forma de vida, y eso incluye a nuestros animales. La realidad es que nadie es culpable hasta que se le demuestre lo contrario, como tampoco nadie debe estar por encima de la ley.

Ante la ola de casos de violencia doméstica vividos en los recientes días, ahora también se suman los actos de violencia animal. Con una gran diferencia, los actos de violencia y maltrato animal han sido mucho más comunes y suceden a diario. Por demasiado tiempo habían sido transparentes o invisibles para la sociedad pues hay quien piensa que patear, golpear o pasarle por encima a un animalito después de todo no es tan grave.  También se habían visto como “ciudadanos de segunda clase” porque la supremacía la teníamos los humanos.

Pero todo esto está cambiando, aunque falta mucho por hacer. Cada vez nuestra sociedad es más consciente de la importancia del respeto a toda forma de vida. Un ejercito de buenos puertorriqueños, que abrazan la causa animal, se ha encargado de levantar bandera para enfrentarnos con esta realidad. Nuestra sociedad tiene que ser más empática y compasiva con nuestros animales.

El mejor ejemplo de ello sucedió con la denuncia que los propios iguales del jugador de golf de Rio Grande ante un acto violento, que desde su faz, es un acto sumamente cuestionable y que está siendo evaluado por la justicia.

Cabe señalar que la Policía de Puerto Rico actuó de manera rápida y eficiente logrando arrestar al individuo y llevarlo ante la justicia. Por otro lado, estamos viendo a un Comisionado de la Policía sumamente empático hacia la causa animal, y eso trae mucha esperanza.

No quiero con este escrito adjudicar culpa definitiva sobre los hechos, más bien el país exige que se haga justicia y que todo el peso de la Ley 154 caiga conforme a los hechos acontecidos que se prueben en el opulento campo de golf en Rio Grande. Pero no olviden que, en comunidades de todo nivel socioeconómico, en el asfalto caliente, en estacionamientos de autos, en el monte y en la ciudad todos los días muere un ser viviente que no tiene voz y que no tuvo la cobertura mediática de nuestro “perrito del campo de golf”, porque ocurrió en el anonimato, sin testigos que pudieran narrar o documentar su terrible desgracia.

La educación se impone, la tenencia responsable debe ser la norma y la compasión el norte para encontrar la luz al final del camino. Todo esto orquestado desde el gobierno, la empresa privada, las organizaciones de bienestar animal y más importante aún, desde el corazón de cada uno de nosotros.

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