Somos muchos, una multitud de almas.
Nuestra sala de quimioterapias es un carrusel de sentimientos y emociones, es un frenesí de ternuras.
Estamos en nuestro “club”, somos muchos, una multitud de almas. ¡Qué mucho nos parecemos a un Equipo de Ensueño! Hablamos de empatía, de misericordia, tolerancia, entendimiento, comprensión, piedad, bondad, paciencia, esperanzas, sacrificio, perdón, fe, confianza y amor.
¡Qué muchos tesoros guardamos ocultos en los aposentos más profundos del alma!
Estos tesoros siempre han estado en nuestro centro, siempre dormidos. Pero en estos momentos se hacen presente, afloran y brillan como soles deslumbrantes.
Y los conocemos desde siempre, nos estremecen y nos llenan de alegría cuando los presentamos al mundo. Y los ponemos en práctica en esta sala de infusiones porque los tenemos a flor de piel. Porque necesitamos saber y estar conscientes de que existen en nosotros, porque son la fuerza vital que nos mueve y nos dan vida.
Porque son el fruto del encuentro con nosotros mismos, con nuestras verdades. Porque son la razón y el objetivo de esta travesía, volverlos a encontrar y conocerlos en toda su amplitud y profundidad.
Como dijo TS Elliot, “no hemos de cesar de explorar / y el fin de toda nuestra exploración será llegar al punto de partida / y conocer el lugar por primera vez”.
¡Qué bueno es sentirse bueno, bueno con nosotros y bueno con los demás!
Pero, por qué tenemos que esperar a encontrar y a disfrutar de estos tesoros en estos procesos, en estas jornadas, cuando te dan el golpe, cuando te vacían la canasta, cuando te muestras indefenso ante el mundo y cuando toda tu vida pende de un fino hilo.
Parece ser que no queremos ser felices, que perdemos la vida negándonos la felicidad.
Parece ser que no queremos disfrutar de los amaneceres del alma, que no queremos dejarnos deslumbrar por las bendiciones del Señor, que queremos estar ciegamente preocupados y no ser felices.
¡No esperes al golpe, y ten fe y confianza en el Señor y en ti siempre!
Esta sala de infusiones es un mundo surrealista, o debo decir, realista, porque intercambiamos tesoros y no nos negamos un te quiero.
Aquí seguimos, conectados a los químicos, a la vida y a Dios.
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