Mis hijos… mi milagro de Navidad
Cuando me diagnosticaron cáncer mi esposa Annabelle habló con mis hijos y los puso al tanto de mi situación. Ellos son mi fuente de vida e inspiración.
“Los hijos son nuestros compañeros en el recorrido, con ellos crecemos y fortalecemos nuestro presente. Con ellos compartimos nuestra vida, que está formada de alegrías, sueños, triunfos, compromisos, dolores y adversidades”.
“Ayúdalos a crecer sin miedos y sin temores. Llévalos de la mano por tu mundo interior, dónde está la luz, dónde nacen tus amaneceres. Invítalos a participar en tu Proyecto de Vida. Escúchalos y contesta todas sus preguntas con transparencia y honestidad. Contágialos con tu alegría y tu entusiasmo. Que sean tus estrategas en la batalla. Que entiendan que esta es la oportunidad de desarrollo espiritual más importante que se te haya presentado. Que papi y mami están alegres, entusiasmados y comprometidos con la felicidad”.
¡No siembres el miedo en sus corazones; siembra la fe, la confianza, la esperanza y el amor!
“Debes mantenerlos informados y comparte con ellos los nuevos avances en el tratamiento de tu enfermedad. Profundiza con tus hijos sobre las enseñanzas y el propósito de esta adversidad en tu vida. Identifica con ellos las cosas importantes y valiosas de la vida. Deslúmbralos con esta propuesta de Amor que Dios te presenta. Para que cuando ellos tengan su propio Proyecto de Vida lo puedan llevar a cabo con alegría, con mucha paz, fortaleza y dignidad”.
Esta navidad recibí el precioso regalo de la visita de mis hijos. Oscarito viajó acompañado de su novia Ednilean, hermosa y tierna. Carelle vino con su esposo Bernie, guapo, dulce y brillante.
¡Qué regalo de vida, de amor y felicidad!
En estos días hemos conversado de todo; de mi vida, de mi enfermedad, de los resultados de mis laboratorios y estudios. Pero con entusiasmo, con alegría y regocijo. De la misma forma en que hablamos de sus vidas, de sus planes y proyectos, de sus sueños, deseos y pasiones.
Hablamos como parte de nuestra cotidianidad familiar e individual. Sin miedos, transparentes, con amplitud y profundidad.
Hablamos sin martirios ni sufrimientos. Abiertos a la vida y al amor. Cada uno portando su propia identidad, personalidad e individualidad.
Sin abatirnos, ni perturbarnos, ni angustiarnos. Cantándole a la vida y agradeciéndole al Señor por el milagro de tenernos y amarnos. Amarnos con intensidad, pero sin sofocarnos.
No hay cáncer ni adversidad que pueda opacar nuestra alegría. No hay quejas ni lamentos que ocupen nuestro presente. No hay temores que desplacen nuestra fe y confianza en el Señor. Somos bendecidos por el Amor de los Amores. Somos el templo de su amor.
Mis hijos y mi familia son agua fresca para saciar la sed de mi camino. Ellos me demuestran con su amor, con sus palabras y silencios que el camino es hermoso, poblado de cariños y ternuras, marcado por presentes y renaceres, alumbrado por soles y estrellas, y musicalizado por cánticos de fe, confianza y esperanza.
¡Alegría, alegría, que ha nacido el Niño Jesús en nuestros corazones!
¡Este ha sido mi milagro de Navidad!