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Los Solos del cáncer

Estaba en el área de espera de la oficina de mi oncólogo compartiendo con varios compañeros y compañeras de la sala de infusiones. Cada vez que nos encontramos formamos un vacilón contándonos las anécdotas relacionadas con los efectos secundarios de nuestros tratamientos de quimioterapia. Pues cada uno experimenta distintos efectos.

¡Cómo gozamos y cómo aprendemos unos de otros!

De momento llega este anciano cargado de bolsas y apoyándose en un bastón. “Estoy tarde, llevo horas esperando la guagua y no pasaba, y como no tengo quién me traiga estoy chavao. Ojalá y cuándo salga de aquí no me quede arrollao en la parada”, se lamentaba el viejito.

Me tocó el turno para darme la quimio y crucé aquel pasillo haciendo chistes y comentarios jocosos con todos los pacientes que estaban esperando en la sala por el doctor.

En la sala de infusiones vi por primera vez a un paciente con un tipo de cáncer poco común. Era una persona joven y esbelta. Se veía bien afectado por su condición. También llegaba solo a sus citas, nadie lo acompañaba y durante toda la quimioterapia permanecía callado. En su mirada había mucha tristeza, no por su condición, sino por el abandono, por el desahucio familiar y emocional al que es sometido. Su familia le dio la espalda por su orientación sexual y su compañero lo abandonó cuando le diagnosticaron el cáncer.

Su mirada perdida, esquiva y sufrida deambulaba por la habitación como ocultando su padecer. No había explicación humana ni cristiana para aquella desolación, para aquel abandono. Víctima de corazones estériles.

Éstos son los Solos, los desamparados, los que no tienen familiares que los acompañen a sus citas, los que llegan en la guagua de la AMA cargando un pesado equipaje de dolor y de angustias, los olvidados, los maquillados de nostalgia y sufrimiento. Los Solos que nadie nombra y no habitan en ningún recuerdo. Los que no tienen partida, a los que nadie espera. Los desterrados de los corazones del prójimo.

Los que van Solos en esta travesía, Solos en su recorrido, Solos con sus recuerdos cargados de amargura.

Existen miles de Solos, huérfanos de amor y de afecto. Esperando que les regalemos palabras de esperanza, de fe y de confianza en el Señor. Esperando que les regalemos palabras que alimenten el alma, que les demos nuestra presencia y nuestra alegría.

Tenemos que ser la sonrisa en sus rostros, el brillo de esperanza en sus ojos, un amanecer en sus almas y ser un aliento de amor.

San Pablo dice en la Carta a los Gálatas, “Cristo nos ha liberado para vivir en libertad. Libres para amarnos los unos a los otros sin egoísmo”.

No pude dejar de buscar en aquellas dos miradas, en la del anciano y en la del joven, escarbaba y rebuscaba. Mientras más penetraba aquellos caminos poblados de tristeza y soledad, más se inquietaba mi alma, y en lo profundo de aquellos abismos, en la absoluta obscuridad, encontré un torrente de luz, era el rostro de Dios.

El Dios de la Compasión y de la Misericordia nos regaló la vida y la creación para disfrutarlas y respetarlas. Para estar en comunicación constante con Él: “hablaremos siempre y en cada momento, no me busques, encuéntrame en cada sonrisa, en cada mirada, en cada amanecer y atardecer, en las estrellas y en las flores. Encuéntrame en la tristeza del pobre y del afligido, del enfermo y del desamparado, en los rostros de los niños y de los ancianos, en los rostros del dolor y del hambre, en los trinos y en el llanto”.

“Me encontrarás con tu corazón y en tu corazón, porque habito dentro de ti, en tu centro. Escucharás mi voz cada vez que te hable tu corazón”.

Tenemos que ser empáticos, estar unidos, ser solidarios, ser compasivos, ser tolerantes, ser un abrazo y una mano que se extiende.

No podemos rendirnos ante la soberbia y la apatía. No podemos claudicar al Amor.

En la sala de infusiones vivimos y presenciamos el drama de la vida.

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