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Los resultados de mi PET Scan y las trampas de la mente

Las trampas de la mente son tantas y variadas, y en una fracción de segundo te atrapa en una vorágine impetuosa que no tiene salida ni final.

Llegó el día de recoger los resultados de mi PET Scan y llevarlos a la cita con mi médico, pero le había prometido a mi oncólogo, el Dr. Héctor León, que no los iba a leer. Y le hice prometer a Annabelle que no los leyera.

Les explico ésto, porque cuando me hicieron el primer CT Scan me puse a leer el resultado y me fui a morir del miedo. Pues no entendía la terminología y llegué a pensar que el cáncer me había comido. Unas de palabras técnicas y médicas que por poco hacen que infarte.

Eso me pasa por curioso y entrometido. Por estar husmeando en literatura desconocida y especializada.

Annabelle y yo sellamos los sobres para no tentarnos a leerlos. Yo hasta pensé en levantarme tarde en la noche para leer el informe a escondidas de ella, pero me acobardé.

Mi mente deambulaba por mil distintos caminos.

Yo hago mucho ejercicio y mi cuerpo lo siente. Pensaba que el cáncer se me había regado, que había pasado a los huesos, debido al dolor en la cintura causado por el ejercicio.

De hecho, una semana antes me había tropezado con un mueble en mi apartamento y me di en un costado y no me acordaba. Cuando me veo el moretón pensé que el tumor en el hígado estaba en un estado tan avanzado que los efectos se estaban manifestando en la piel.

Cada punzada en el cuerpo me anunciaba otra área a dónde se había regado el cáncer.

Ya camino a la oficina del oncólogo me senté de veinte formas distintas en el asiento de la guagua, pues lo sentía en todas partes.

Llegamos a la oficina y me fui directo a la sala de infusiones a saludar a mis compañeros. Les indico que vengo hecho un manojo de nervios, pues vengo a la cita para que el doctor me lea el resultado del PET Scan.

Una de las compañeras, riéndose de mi angustia, me dice que ella lee los resultados y hasta le pregunta a los tecnólogos que le hacen el estudio del PET si están viendo cositas raras dentro de ella. Y que luego entra a la internet para interpretar la terminología utilizada en el informe de los resultados. ¡Qué brava!

En resumidas cuentas, mi paranoia estaba a mil. Yo sentía, veía y olía el cáncer en todo mi cuerpo. La mente hacía de mi lo que le daba la gana, la consigna era: ¡Yo quiero sufrir!

¡Qué barbaridad, tan grande y tan cobarde!

“¡Qué mucho dolor han causado los problemas que nunca han sucedido!”

No podemos permitir que los malos pensamientos se apoderen de la mente. No podemos ser esclavos del miedo. No podemos morir en la víspera de nuestra muerte. No podemos permitir que las preocupaciones se apoderen de nuestro corazón. Tenemos que enfocarnos en lo bueno, en lo positivo, en el inmenso amor que nos tiene el Señor.

La verdad es que los resultados del estudio fueron bien buenos, el tratamiento está dando los resultados esperados. ¿De qué valieron tantas preocupaciones, tantas palpitaciones del corazón?

Después que pasa y botamos el golpe nos reímos de nosotros mismos.

¡Qué bueno que podemos reír, amar, crear, construir, desear, querer, perdonar, dar, vivir y agradecer!

¡Salud!

 

 

 

 

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