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Perros, gatos y la Migra

Cuentan que en cierta ocasión, un dictador militar llegó a su dormitorio y encontró que un gato había ensuciado su cama. Ciego de ira, firmó una orden presidencial que ordenaba la deportación de todos los gatos del país, dándole un plazo de 48 horas para salir, so pena de cárcel.

Dos días después, todos los puntos de salida de la nación estaban atestados de gatos que trataban de escapar antes de enfrentar la violencia militar. Como es de esperar, grupos de perros se habían agolpado en los puntos de cotejo para ver salir los gatos. Los perros se reían de sus proverbiales enemigos, celebrando su salida y burlándose de su situación.

De repente, los perros notaron que en medio de la fila había otro perro, listo con sus documentos en mano para salir del país. Muertos de la risa, le gritaron: “¡Tonto! El Comandante ordenó la salida de gatos, no de perros”. A lo que el perro viajero respondió: “Lo sé. Lo que pasa es que no sé si el Comandante conoce la diferencia entre un perro y un gato”.

Y ese es el grave problema que plantea la nueva oleada de deportaciones que el Departamento de Seguridad Doméstica (en inglés, Department of Homeland Security o DHS) lleva a cabo a través de su división de Inmigración y Aduana (en inglés, Immigration and Customs Enforcement, ICE o, como le llaman en las comunidades hispanas de los Estados Unidos, la “Migra”).

Aunque el Presidente de turno afirma y repite que ICE solo está arrestando a asesinos, narcotraficantes y pandilleros, en realidad está deteniendo a muchas personas que no han cometido crímenes violentos. Este fue el caso de una señora, madre de dos hijos ciudadanos, que fue deportada por el “crimen” de usar un número de Seguro Social falso. Y sí, usar un número falso es ilegal, pero no es un crimen violento. Además, el Seguro Social se queda con todo el dinero que los patronos envían por concepto de las deducciones del salario de sus empleados indocumentados.

Varios líderes religiosos están usando las redes sociales para advertir sobre la presencia de ICE en su comunidad. ¿Y dónde se colocan? Frente a paradas del transporte público, a supermercados y a escuelas. Así que muchos de los llamados “criminales” que están arrestando en realidad son madres, padres, abuelos o abuelas que están llevando a sus chicos y chicas a clases.

Otro grave problema es que el gobierno de los Estados Unidos no provee una cédula de identidad a la ciudadanía. Por lo tanto, los efectivos de ICE tienen que usar su criterio para discernir si una persona es ciudadana, residente legal o indocumentada. En mi caso, aparte del pasaporte, compré la nueva “tarjeta de pasaporte” (en inglés, “passport card”) que prueba mi ciudadanía. Sin embargo, la tarjeta es costosa y—aún a pesar de tenerla—no impide que un oficial de ICE cuestione su validez.

Por lo tanto, el problema persiste. Los efectivos de ICE pueden detener a cualquier persona latina bajo sospecha de ser indocumentada. Y, tristemente, el hecho de que el oficial de ICE que le detenga sea de origen hispano no asegura que usted será tratado con justicia. De hecho, algunas de las peores experiencias que mis amistades hispanas han tenido con la Migra han sido a consecuencia de encuentros con oficiales puertorriqueños o mexicanos.

Así que, al final de cuentas, todo depende de la inteligencia, experiencia y discernimiento que tengan los oficiales de la Migra. Quiera Dios que sepan distinguir entre perros y gatos.

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Pablo A. Jiménez es un ministro protestante, profesor de teología pastoral y autor de varios libros religiosos. Para más información, visite: http://www.drpablojimenez.com

Colorado Springs, CO

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