La supervivencia del más bravo
Puerto Rico, nombre al pensamiento grato, es un país excepcional. Tiene tantas bellezas naturales y tanta gente linda que nuestros visitantes se quedan prendados con nuestra Isla.
Empero, no podemos negar que la cultura puertorriqueña es violenta. Vivir en Puerto Rico es difícil, en gran parte por la forma como nos tratamos los unos a los otros.
Para ser directo, me preocupa la violencia de nuestros discursos, violencia que en ocasiones de manifiesta de manera directa y, en otras, de manera pasivo-agresiva. Toda persona que vive en nuestra Isla ha tenido que soportar las “malas crianzas” de funcionarios de gobierno, de amistades y familiares, y hasta de completos extraños. Dado que esto es evidente, no creo necesario dar mayores ejemplos.
Lo que me pregunto es: ¿Por qué nuestra cultura es tan violenta? ¿Por qué hablamos de manera tan violenta? ¿Por qué manejamos de manera tan violenta?
Darwin argumentó que la “supervivencia del más apto” era uno de los principios que había movido la evolución. Quizás nuestra generación ha hecho su propia versión de ese concepto, transformándolo en la “supervivencia del más bravo”.
¿Por qué no respetamos las leyes de tránsito? Porque somos los más bravos.
¿Por qué maltratamos a la gente con tanta facilidad? Para dejar claro que somos más bravos que ellos.
¿Por qué la gente se estaciona en medio de la carretera, frente a las escuelas, y dejan las puertas de sus autos abiertas mientras escoltan a sus niños y niñas hasta la puerta del colegio? Porque son más bravos que nadie.
Y si usted se queja espere una respuesta aún más violenta. Las palabras y los gestos obscenos vuelan con una facilidad pasmosa. Y si usted reacciona con violencia, prepárese para llegar a las manos.
Esta misma violencia se manifiesta en las redes, donde hay gente que “trollea” a los demás con crueldad. Cualquiera es bravo detrás de un teclado, usando un apodo como “vengadorsocial325” o “pepitoelbravo”.
La violencia social que nos sacude, en parte, es una respuesta primitiva a las amenazas que enfrentamos. Si queremos cambios positivos en la cultura puertorriqueña, necesitamos examinar nuestra conducta para abandonar la violencia que nos divide. Sí, porque esa falsa bravura es mero “fronte”; es una cortina de humo que no logra enmascarar el miedo que le tenemos al porvenir.
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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com y http://www.prediquemos.net.