En el Día de los Padres
“Honra a tu padre y a tu madre”, nos ordena la Escritura específicamente en Éxodo 20.12 y en Deuteronomio 5.12. Y ese mandamiento cobra pertinencia hoy, cuando celebramos el Día de los Padres.
Para muchos, celebrar este día es fácil, dado que tuvieron buenos padres y buenos abuelos que les criaron con amor, ayudándoles a forjar su carácter como personas de bien.
Para otros, celebrar este día es agridulce, ya que recuerdan a personas que ya murieron, pero que durante sus vidas fueron buenos ejemplos de fe. de amor y de esfuerzo.
Empero, para otros celebrar este día es imposible. ¿Por qué? Porque tuvieron un padre ausente, maltratante o vicioso. O porque fueron testigos de discusiones violentas entre sus padres. O, sencillamente, porque ni comprendieron a sus padres ni se sintieron comprendidos por ellos.
No importa la situación, el mandato bíblico es claro: Dios nos llama a honrar, respetar y reconocer lo bueno que han hecho nuestros padres y nuestras madres. Nótese que el mandamiento no se va a los extremos. No nos dice que obedezcamos ciegamente a nuestros padres, como tampoco nos exhorta a ignorarlos. El texto nos llama a tratar a papá y a mamá con honor, con respeto y con amor.
Una pregunta final es: ¿cómo? ¿Cómo podemos honrar a nuestros padres hoy? Y, a manera de respuesta, les propongo lo siguiente: Si usted tuvo un buen padre, quien le crió con amor y le formó en la fe, la mejor manera de honrarlo es siguiendo su ejemplo de compromiso con Dios, con su familia y con los demás.
Empero, si usted tuvo una niñez horrible, de esas que es mejor olvidar, la mejor manera de honrar a padre y madre es diferenciándonos de ellos. Les honramos cuando vivimos de una manera distinta, atesorando la vida que ellos desperdiciaron. Les honramos cuando amamos a Dios y a los demás, cultivando la vida de fe que ellos no tuvieron. Y les honramos cuando les perdonamos, a veces a la distancia o aún después de su muerte.
Ya sé, siempre habrá alguien que me dirá: “Pastor, a pesar de todo lo que usted acaba de decir, se me hace imposible cumplir el mandamiento”. Si ese es el caso, le sugiero una última alternativa. Acérquese a Dios, quien es su “Padre Celestial”. Acérquese en plena confianza, sabiendo que él nunca le abandonará, nunca le pegará y nunca abusará de usted. Acérquese sabiendo que Dios le dice: “Tu eres mi hijo, tú eres mi hija, yo te he engendrado hoy” (Paráfrasis de Sal. 2.7).
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El Rev. Dr. Pablo A. Jiménez es el pastor de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en el Barrio Espinosa de Dorado, PR. http://www.drpablojimenez.com