De la culpa a la esperanza
Las noticias de principios de año han sido verdaderamente espantosas. En particular, ver los videos de seguridad que recogen tiroteos y asesinatos infunde temor. Ver y escuchar estos actos de violencia ponen al relieve su realidad. No es lo mismo verlo que leer una nota en el periódico.
Las nuevas tecnologías que nos traen los videos, también nos dan la capacidad de comentar las noticias en los periódicos cibernéticos y en las redes sociales. Y una de las reacciones más comunes es tratar de identificar a los culpables de estos actos de violencia.
Lo interesante es ver a quién la gente considera “culpables” de dichos actos de violencia. Aparte de los gatilleros, mucha gente culpa al gobierno de turno y a las fuerzas de seguridad—como la Policía—por el auge del crimen. La gente expresa su indignación y pide renuncias, como bien tienen derecho a hacer.
Ahora bien, eso no cancela el hecho de que la violencia no es nueva en Puerto Rico. De hecho, está “ola” de violencia lleva décadas azotando el país. Gobiernos de ambos partidos han probado ser inefectivos ante el crimen, así como el sistema legal y las fuerzas de seguridad municipales, estatales y federales.
Sí, el gobierno puede y debe hacer más.
Sí, las fuerzas de seguridad pueden y deben hacer más.
Sí, algunas personas deben renunciar a sus puestos.
Eso queda estipulado.
Empero, esta crisis larga es síntoma de una profunda crisis en la cultura, crisis que no resuelve gobierno alguno. El crimen es el resultado de un largo proceso de vida. De hecho, para muchas personas comienza desde antes de nacer, pues crecen en sistemas familiares afectados por la violencia. La pobreza, el abandono y los vicios también contribuyen a la violencia. Y la falta de esperanza hace que los niños y las niñas crezcan viendo el crimen como una opción de vida.
No estoy exagerando. Hace cerca de 10 años una maestra de tercer grado me contó la siguiente experiencia. En respuesta a la pregunta “¿Qué quieren ser cuando sean grandes?”, la mitad de los varones del grupo respondieron que deseaban ser pandilleros. Cuando ella preguntó por qué, respondieron que los pandilleros tenían mucho dinero, autos lujosos y zapatillas deportivas caras.
La niñez puertorriqueña necesita esperanza. Necesita la esperanza que nace cuando uno toma una opción por el bien y la vida, rechazando el mal y la muerte.
Quizás nuestro pueblo debe pasar de la culpa a la esperanza. Mientras el adjudicar culpas mira al pasado, la esperanza mira al futuro. Después de identificar a los responsables de la crisis, es necesario buscar cómo salir de la crisis. ¿Por qué? Porque para superar un presente de angustia, necesitamos la esperanza de un futuro mejor.
La Biblia dice lo siguiente sobre la esperanza:
Y no solo esto, sino que nos regocijamos en los sufrimientos, porque sabemos que los sufrimientos producen resistencia, la resistencia produce un carácter aprobado, y el carácter aprobado produce esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.
Romanos 5.3-5, RVC
Por lo tanto, el sufrimiento puede adquirir sentido, si nos enseña a resistir, produciendo esperanza. Adjudicadas, pues, las culpas, no nos quedemos estancados en el pasado. Por el contrario, movámonos al futuro con esperanza, con la ayuda de Dios.
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El Dr. Pablo A. Jiménez es ministro protestante, autor y profesor en el campo de la teología pastoral. Escuche PREDIQUEMOS, un podcast dedicado a la predicación, el liderazgo y la teología pastoral: www.prediquemos.com
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