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Trump espera por un contendiente

Las primarias presidenciales del Partido Demócrata comenzaron. Pete Buttigieg y Bernie Sanders salieron airosos en Iowa y New Hampshire respectivamente. Están virtualmente empatados en cantidad de delegados. El primero representa el ala moderada y el segundo a los socialistas “democráticos”. Sin embargo, ninguno de los dos goza del apoyo de la élite tradicional del Partido.

El ex vicepresidente de EEUU, Joe Biden, tuvo el apoyo de los donantes y de los superdelegados hasta que Mike Bloomberg entró a la contienda. Biden se desinfló por los señalamientos de posible corrupción gubernamental relacionados con su hijo Hunter Biden y la empresa Burisma Holdings. La misma semana que se realizó el Caucus de Iowa, el presidente de EEUU, Donald Trump, fue absuelto de los cargos aprobados por los congresistas demócratas. Esto perjudicó a Biden, pues, al igual que Hillary Clinton, cogió fama de ser corrupto. Acusar falsamente a Trump de un contubernio con el gobierno de Ucrania reveló un esqueleto en el clóset de Biden. A él no le convenía que se realizara un juicio político contra Trump.

Bloomberg aprovecha el fracaso de Biden para lanzar una campaña agresiva dirigida a la población negra e hispana. Puerto Rico y Florida son dos de sus objetivos. En las redes sociales, como Facebook, los residentes de Puerto Rico reciben frecuentemente el anuncio de campaña de Bloomberg. Lo irónico es que haga campaña con la población a la que quiere clasificar por su perfil racial y a la que quiere detener y registrar basado en su color de piel. Así lo indicó en un video que fue revelado recientemente.

La élite del Partido Demócrata lo apoya, porque es un empresario con miles de millones de dólares, que es parte de la élite que se mueve entre ambos partidos de mayoría. Bloomberg fue republicano cuando era alcalde de la Ciudad de New York. Ahora es precandidato presidencial por el Partido Demócrata. Intenta atraer el voto de los moderados, centristas, independientes y de republicanos que pudieran identificarse. Sin embargo, recurre a la misma táctica clichosa de los demócratas que consiste en apelar a la política de identidad, a las minorías raciales. Esto le costó, pues lo desenmascararon y expusieron su hipocresía.

La batalla entre los socialistas “democráticos” y la élite tradicional del Partido Demócrata continúa en una segunda contienda electoral con Sanders como favorito. Bloomberg viene a arruinarle la fiesta, porque sabe que los superdelegados estarán con él y que no se necesita elegirlos en primarias y caucus. Hay tantos superdelegados que, sin ganar la mayoría de las primarias, Bloomberg puede ser el elegido para candidato presidencial.

Por esto, Trump denuncia vía Twitter que a Sanders le robarán la elección por segunda ocasión. Esta movida de Trump no se debe a que apoye a Sanders. Ataca a la élite tradicional que mantiene un proceso primarista amañado a favor del precandidato que mejor representa su interés.

No solo le ponen trabas a Sanders, también lo hacen con los blue dogs democrats, como Tulsi Gabbard, o los pragmáticos, como Andrew Yang. Los ignoran o, si tienen un apoyo significativo, como Sanders y Elizabeth Warren, los derrotan diluyendo los delegados entre varios precandidatos. Esto favorece al precandidato que tenga el favor de los superdelegados.

Gabbard atrae votos de republicanos e independientes, porque defiende el orden constitucional y se opone a iniciar conflictos armados. Votó presente cuando se presentó la medida para realizar un juicio político contra Trump; es decir, no votó a favor. Esto le ganó el repudio de la élite tradicional demócrata.

Yang es un empresario joven y honesto que dijo en un debate presidencial demócrata que es un engaño culpar a Trump de todos los problemas de los EEUU. Invitó a los demócratas a no autoengañarse y a diagnosticar los problemas reales con honestidad. Se dio cuenta de que el Partido Demócrata no conecta con los blue collar workers o trabajadores de manufactura e industria pesada. Por eso, hizo énfasis en los problemas económicos y cotidianos del ciudadano promedio, pero los medios de prensa liberales y progresistas no le dieron mucha cobertura. Irónicamente, quien le dio tiempo al aire fue Fox News. Lo mismo le pasó a Gabbard.

La élite del Partido Demócrata no escucha a su base ni al ciudadano común. Trump se dio cuenta y se cambió de partido. El Partido Republicano es ahora el partido que defiende los empleos agrícolas, de manufactura, del sector energético, del sector automotriz y del sector de servicios. La campaña de Trump enfatiza en la disminución del desempleo a récords históricos.

Esto es lo que Yang le advierte a los demócratas, pero no lo escuchan. Comunica que se debe atender a este sector que no es tan afortunado económicamente. Hillary hizo campaña amenazando con recortar al sector energético de los combustibles fósiles. Trump aprovechó para ganarse el corazón y el interés de los electores de estados industriales como Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin. Yang quiere contrarrestar este éxito, pero a la élite demócrata lo que le interesa es un candidato marioneta, manipulable o miembro de la élite económica y política del Partido.

Hay otra precandidata en las primeras posiciones de resultados primaristas y encuestas. Amy Klobuchar superó a Biden en New Hampshire y tiene un delegado más en total, pero no es favorita para ninguno de los sectores del Partido Demócrata.

Lo irónico es que Bloomberg sea el nombre que más suena en los medios de prensa, cuando no tiene un solo delegado electo ni es el favorito de ninguno de los sectores de la base. Es el precandidato de la élite, escogido por su perfil de empresario millonario newyorkino, con el fin de enfrentar a Trump con la estrategia de ser un espejo, pero desde el ala demócrata. Solo necesita ganar algunos estados con muchos delegados, como Florida, New York, California, y llevarse a los superdelegados (no electos por la base). En otras palabras, el Partido Demócrata, que critica a Trump por ganar la elección presidencial sin el voto popular, promueve elegir a su candidato presidencial de la forma más antidemocrática posible. El chiste se cuenta solo.

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