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Trump cumple su promesa a los blue-collar workers

El presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, le quita la batuta a los demócratas en velar por el interés de los blue-collar workers (los trabajadores de la obra manual). Hay uniones obreras millonarias que donan a las campañas de los demócratas, a pesar de que este partido ya no tiene el monopolio de los asuntos obreros. La victoria electoral de Trump en estados como Michigan, Ohio y Pennsylvania se debe en gran medida a sus promesas sobre rescatar la minería, al sector energético, a la industria automotriz y a otros sectores económicos.

La reforma contributiva federal redujo los impuestos, lo que posibilitó la reinversión, la creación de empleos y el aumento de salarios y bonificaciones. Las estadísticas del Departamento del Trabajo federal revelan que el desempleo de la población negra, de mujeres y de hispanos se redujo significativamente, al punto de romper récords históricos.

El Presidente presiona y negocia con China, México, Canadá y otros estados para reducir el déficit de EEUU en las exportaciones. Persigue aumentar la producción y la exportación. Busca atraer industrias y que las compañías nacionales y foráneas inviertan en la Nación.

Por esto, renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). Prefiere las relaciones bilaterales y el comercio libre y justo. Si EEUU no gana en una negociación, no es un buen negocio.

No debe sorprender que Trump eligiera a un empresario con experiencia en el sector energético para Secretario de Estado, Rex Tillerson. Necesita funcionarios que sepan negociar y que conozcan al sector energético. El exgobernador de Texas, James Richard “Rick” Perry, es otro ejemplo: fue nombrado para Secretario de Energía de los EEUU, por su experiencia como gobernador de un estado productor de petróleo.

El proteccionismo de Trump de la producción de acero, petróleo, carbón, aluminio y otros minerales de EEUU responde al déficit en las exportaciones, a su desacuerdo con los tratados multilaterales que perjudican a la Nación y a que otros países gravan las importaciones americanas sin que se les aplique reciprocidad.

El libre mercado debe ser recíproco para que haya un comercio justo y realmente libre. Si otro estado establece impuestos excesivos, no hay tal mercado libre. Trump es pragmático y realista; no es un idealista que cree en una política de libre mercado ingenua que permite que otros se aprovechen de los EEUU. Sabe que cada país vela por su propio interés. Así lo dejó saber en su primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Hay coherencia en las políticas de Trump. Sus propuestas sobre control de la inmigración ilegal van a tono con la protección del mercado laboral americano. No rechaza la inmigración legal de trabajadores en sectores de la economía que hagan falta. Sin embargo, no es iluso; si permites la entrada de millones de inmigrantes ilegales, se perjudica al trabajador americano y se alteran los salarios.

Quienes favorecen las ciudades santuario para inmigrantes ilegales lo hacen mayormente por razones electorales y, sin querer queriendo, promueven la mano de obra barata. Los inmigrantes ilegales benefician a sectores económicos que pagan salarios bajos. Estar ilegalmente expone a los trabajadores a la explotación laboral. Los demócratas se oponen a que se solicite una identificación para votar, porque viabiliza que los inmigrantes ilegales elijan a candidatos de este partido.

El tema del trabajo tiene muchas ramificaciones y asuntos que atender. Trump ha sabido conectar los puntos necesarios para que existan condiciones favorables a la economía. La población negra, hispana y de mujeres comienza a ver la mejoría.

Los medios de prensa que dedican más tiempo a atacar al Presidente que a reportar y a discutir la política pública, los datos y los logros económicos, no le darán crédito. Sin embargo, hoy día, con las redes sociales y los medios independientes, se puede contrarrestar la prensa negativa. Aunque, la realidad económica habla por sí misma y los electores podrán decidir si están o no satisfechos con las gestiones de Casa Blanca.

 

 

 

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