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El libre mercado debe ser recíproco

Es costumbre que toda decisión del presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, sea controversial. No solo porque muchos medios de prensa llevan una agenda anti Trump, sino también porque sus tácticas de negociación son innovadoras en la política americana. Muchas decisiones del Presidente persiguen otros objetivos. Hay que entender el mensaje entrelíneas.

La orden ejecutiva para imponer una tarifa de 25% a las importaciones de acero y de 10% a las importaciones de aluminio persigue reciprocidad en las relaciones comerciales con otros estados. Para Trump, no hay un mercado libre si no es justo y si hay un déficit significativo en las exportaciones.

Envía un mensaje directo a China, a la Unión Europea y a otros estados sobre lo que implica realmente liberar los mercados y sobre cómo EEUU lidiará con las relaciones comerciales. Es un modo de presionar para negociar de tú a tú con otros países. Sirve para forzar a que un estado como China salga de su zona de confort y tenga que adoptar políticas contrarias a su marco ideológico económico. Obliga a que reduzca los aranceles que impone a los productos americanos.

La exclusión de México y de Canadá del pago de la tarifa muestra que la intención de Casa Blanca no es establecer permanentemente una medida proteccionista ni atentar contra el libre mercado. Ambos estados revisan con EEUU el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) y negocian nuevas condiciones en su relación comercial. Esto es lo que persigue Trump tácitamente: quiere negociar de forma bilateral.

Una vez Japón, China, la Unión Europea y otros estados aliados y no aliados negocien, enmendará la orden ejecutiva o la derogará. En otras palabras, la orden no describe el marco económico de Trump; es solo una táctica política para lograr reciprocidad o acercarse a condiciones reales de libre mercado.

Otro objetivo es proteger los empleos de miles de mineros de EEUU. El Partido Demócrata dejó de defender a los trabajadores de este y de otros sectores económicos. Trump se perfila como el líder republicano que vela por el interés de los trabajadores. Esto lo impulsa de cara a las elecciones de medio término y para una reelección en el 2020. No es casualidad que escogiera a un estado minero, Pennsylvania, como el lugar de reunión para una actividad pública con sus seguidores luego de firmar la orden ejecutiva.

Rodearse de mineros mientras firmaba la orden y comunicar el lema “Sin acero, no hay país” (la traducción es mía), forma parte de la imagen que construye del defensor de los blue-collar workers y del interés de América. Es consistente con su lema “América es primero” o el más popular “Make America Great Again” (MAGA). Constantemente, comunica que su deber y el de cada jefe de un estado es poner los intereses de su país primero. Se comporta como el gerente general (CEO, por sus siglas en inglés) de una compañía multinacional.

El incluir a los trabajadores es un distanciamiento respecto a los globalistas que defienden abrir los mercados y las fronteras sin pensar en el bienestar de las clases medias y de los trabajadores. Se podría hacer una paráfrasis del lema “Sin acero, no hay país” por “Sin trabajadores, no hay país”, “Sin clase media, no hay país”, “Sin fortaleza económica, no hay país”, “Sin fronteras, no hay país”, “Sin un líder que ponga a EEUU primero, no hay país”.

Esta estrategia de crear condiciones para una negociación mediante la táctica de presionar económicamente con tarifas a las importaciones es similar a la utilizada para presionar al régimen de Corea del Norte para que negocie la desnuclearización. Las sanciones económicas son una táctica.

La seguridad nacional incluye aspectos económicos. Por ejemplo, para contrarrestar el avance de China, es necesario competir efectivamente en el plano económico. China lo sabe y Trump también. No se trata de que sea malo o bueno, es lo que es. Hay competencia y cada cual vela por su interés de forma natural. Las medidas económicas de Trump no deben analizarse sin considerar la seguridad nacional y la geopolítica.

Los detractores de Trump se pierden en la controversia y la discusión de la táctica sin atender la estrategia y lo que opera tácitamente. Trump ha probado que puede presionar efectivamente para forzar una negociación.

 

 

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