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El ‘deep state’ no tolera que se le cuestione

Según los #fakenews, los demócratas y los never trumpers se puede criticar al presidente de Estados Unidos (EEUU), pero no a las agencias de inteligencia. Luego del encuentro entre Donald Trump y el presidente de Rusia, Vladímir Putin, los medios de prensa antiTrump crearon la controversia sobre que el presidente de EEUU traicionó a la Nación, por cuestionar al Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés). El mensaje entrelíneas es que las agencias de inteligencia son incuestionables y que tienen más autoridad que cualquier otra rama de poder o entidad gubernamental.

Al Congreso, a la rama judicial, al Presidente, a los secretarios de agencias, a los gobernadores y a otros funcionarios se les fiscaliza y critica abiertamente sin que se considere una afrenta contra la Nación.

El expresidente de EEUU, John F. Kennedy, también realizó críticas a las agencias de inteligencia. Todavía no se sabe a ciencia cierta quién lo asesinó. Se ganan muchos enemigos cuando se es honesto y se enfrenta a distintas fuerzas a la vez. Trump es el Kennedy republicano.

A Trump lo amenazan con iniciar un proceso para su destitución. El líder demócrata de la minoría en el Senado federal, Chuck Schumer, solicita que se inicie una investigación sobre la conversación que tuvo Trump con Putin. Busca demonizarlos para sostener la acusación falsa sobre que la campaña de Trump conspiró junto al gobierno ruso para manipular las elecciones presidenciales de 2016.

El asesinato del carácter es una táctica que se utiliza para destruir reputaciones y derrotar electoralmente a los opositores. A Putin no le perjudica. Es a Trump y a los republicanos a quienes quieren derrotar en las elecciones de medio término.

Trump representa una amenaza para los neoconservadores que favorecen intervenciones militares y para los demócratas que pierden terreno electoral. Ambas élites han gobernado por mucho tiempo y han nombrado y confirmado a los directores de agencias de inteligencia.

Un ejemplo es el fiscal especial que investiga la supuesta intervención rusa en las elecciones presidenciales de 2016, Robert Mueller III. Fue nombrado como director del FBI (2001-2013) por el expresidente George W. Bush. Es conocido que la familia Bush es opositora a Trump y que prefería que ganara Hillary Clinton. Mueller estuvo doce años como director del FBI, excediendo el límite de diez años para esa posición. Estuvo con dos administraciones distintas. Trump es blanco “indirecto” de una investigación forzada cuyo fiscal es una figura influyente en el FBI.

Otro ejemplo es el exagente de la Agencia Central de Inteligencia  (CIA, por sus siglas en inglés), exejecutivo del FBI y oficial de contraterrorismo, Philip Mudd. Hizo expresiones en la cadena de noticias CNN sobre el shadow government o un gobierno paralelo al Gobierno. Dio a entender que le preocupa las críticas del Presidente contra las agencias de inteligencia y que existe un deep state o estado paralelo al Estado. Desea que ese shadow government intervenga contra la administración Trump.

Los neoconservadores, aunque son republicanos, ven a Trump como una amenaza contra su hegemonía. Están dispuestos a hacer alianza con los demócratas para derrotar a Trump. Las élites tradicionales de ambos partidos de mayoría tienden a operar de modo similar cuando se trata de la confianza ciega en las agencias de inteligencia.

Bush reanudó la Guerra de Irak en el 2003 basado en información de inteligencia. El expresidente Barack Obama mantuvo a Mueller como director del FBI en exceso al límite de diez años. La tendencia al intervencionismo militar, a derrocar jefes de Estado y a iniciar procesos de reconstrucción y creación de naciones-estado no conoce límites partidistas.

Si Trump no se alínea, está bajo la misma amenaza que Kennedy. Ambos presidentes no gozaron del apoyo de las agencias de inteligencia y representan el distanciamiento respecto a las élites de los partidos de mayoría.

No es una teoría de conspiración por confirmar. Es un hecho que a Trump lo amenazan con destituirlo, lo atacan constantemente por todo lo que dice, decide y hace, lo rechazan las élites tradicionales de los partidos, lo investigan con rigor, a pesar de que no hay evidencia en su contra, y usan cualquier excusa para fabricar una controversia e iniciar nuevas investigaciones. Los neoconservadores (never trumpers) y los demócratas lo consideran su enemigo y lo representan como enemigo de la Nación. Por nación se entiende los intereses de las élites tradicionales.

Lo irónico es que Trump gana las elecciones por ser el defensor del EEUU originario, constitucional e histórico. Ahora lo atacan por traición, pero sus seguidores lo consideran lo contrario: el defensor de los valores americanos y de la vuelta a la grandeza que alguna vez tuvo EEUU.

En la batalla de los discursos, ambos bandos, la élite tradicional y el movimiento que motiva Trump, compiten por la hegemonía o el título de defensores de la Patria. Ambos se acusan de traidores. En lo que respecta a la distribución del poder, ambos se muestran poderosos.

Por el momento, las agencias de inteligencia están del lado de la élite tradicional y poco les importa lo que se exprese en las urnas. El deep state existe y se resiste. Hay una batalla real entre Trump y las agencias de inteligencia. Las críticas que realiza el Presidente se justifican. Dudar del FBI no es ilegal. Ejercer la libertad de expresión y conciencia, y dejar claro que ninguna agencia está libre de escrutinio es necesario. De lo contrario, habrá quienes gobiernen trasbastidores.

 

 

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