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Rx: gratitud

En agradecimiento a los farmacéuticos y auxiliares de farmacia

Por más tiempo que pase, por más años que viva, nunca podré olvidar el imponente tablillero de fina madera labrada que acunaba morteros y frascos gigantes de porcelana en la farmacia más antigua de mi pueblo.

Tendría entre 4 a 5 años -ni de puntillas alcanzaba al mostrador- pero me aterraba la posibilidad de que un temblor jamaqueara la pared y los frascos cayeran sobre la cabeza de “los señores que entregaban medicinas”.

Ante los ojos de una niña, los farmacéuticos de aquél entonces se veían imponentes con las batas blancas. Imponentes y poderosos, ya que con el don de druidas del bien, formulaban pociones curativas infalibles.

Esa farmacia en particular estaba –y todavía está- en una esquina curva del casco del pueblo de San Germán. Las puertas de la derecha eran las del recetario. Las de la izquierda daban a una sección de venta de efectos escolares, donde yo me sentía más segura (ante la posibilidad de temblores que nunca ocurrieron).

Muchos años después me dijeron que esa había sido el área de tertulias políticas y literarias de personajes como Lola Rodríguez de Tió.

Desde el 14 de noviembre del año pasado el edificio se ha transformado en el exquisito Museo Farmacia Domínguez, “La Botica”.  

Mi niñez-adolescencia fue el periodo en que florecieron las farmacias de pueblo, hoy, “farmacias de la comunidad”. En esas, sí recuerdo a mujeres farmacéuticas.

Sin importar el sexo ni la época, todos los profesionales de ese campo están cortados por la misma tijera. Nadie lo explica mejor que una buena amiga y excelente farmacéutica:

“Llegamos al fin de la semana del Farmacéuticos. Una semana en donde las fotos, las felicitaciones, los regalos, los detalles y la comida, convierte en algo especial esos 7 días. Igual de importante y retante es el resto del año. Una profesión muy noble donde lo que se le cobra al paciente es el costo del medicamento que se entrega. El cariño, la mano amiga, la consejería, el oído que escucha sus penas y dolores, el compartir buenas noticias y celebrar las alegrías, el recibirte con una sonrisa y trata de obtener una de paciente, el que se te encoja el pecho cuando escucha las penas y las necesidades… eso es gratis. Gracias a todos los que hicieron de estos días unos especiales y gracias a los comparten esa bella labor con los Farmacéuticos en las Farmacias. Nuestra misión es clara… servir a la gente y con mucha humildad agradecer la confianza. A sus órdenes siempre que necesiten una consulta… es gratis, la satisfacción de ayudar y escuchar es la mejor paga. Nélida Alejandro”.

Tan pronto lo ví en las redes sociales, se lo leí a mi amado amigo-del-alma-neurótico-hipocondriaco y antipático: el gran Ángel Antonio.

A pesar de lo malcriado que es cuando tiene que esperar más de 5 minutos en una fila, Toño me dio la razón resaltando a los farmacéuticos.

Sin embargo, por eso de no perder la costumbre, también me suministró varios cc de su amargura al increparme las razones de unas “gratitudes retrasadas”.

Como si no me conociera, provocó mi respuesta clásica: que no hay que limitarse para felicitar -ni agradecer- en fechas especiales porque todos los días son especiales.

Por eso, te agradezco hoy, Nélida. A tí y a todos tus colegas que trabajan lo mismo en farmacias de la comunidad, que a los que laboran en cadenas multinacionales. Gracias a los farmacéuticos de los hospitales. Gracias también a los que ya no residen en nuestro vecindario isleño.

Un abrazo fuerte y la gratitud mía y de mi familia al maravilloso grupo de profesionales que nos atienden por la ventanilla. Ellas saben que sus sonrisas alivian dolamas.

De ustedes depende la vida de muchos pacientes. Hasta la de los impacientes como mi colega entumorado.

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