Érase que era, un hombre muy ocupado y preocupado por su trabajo. Llegaba cansado de trabajar; pausaba para bañarse, y cenaba con la familia. Después del postre, ¡regresaba a la computadora! No era un mal hombre; ni siquiera un mal padre.

Era, en suma, una persona con las prioridades de Vida trastocadas.

Pero tal y como dicen que a cada guaraguao le llega su pitirre, el menor de sus hijos -un niño sensible y avispado- hamaqueó la Lista de Prioridades del Padre Sin Tiempo. Sin gritos ni aspavientos, una noche de pocas asignaciones, el muchachito interrumpió a su padre, y le dijo que estaba perdiendo un momento importante para compartir con él. Lo remató al decirle que ese momento no volvería.

El resto es lo que se anticiparía de un anuncio empalagoso de Navidad de alguna marca de relojes caros. De los que pueden pagar las familias en las que trabajo del padre es el único salario; un hogar en el que se pueden dar el lujo de cenar con postre.

El caso es que el padre en cuestión apagó la compu, abrazó a su hijito y le llenó la cara de besos.

Doy fe de que lo antes descrito no es el libreto de un anuncio. Es la narración anecdótica que me hizo mi amigo Toño de la noche en la que su hijo lo confrontó con un reclamo válido: el tiempo que compartas con tus hijos, con tu esposa, con un familiar, un ser amado, o un amigo, vale más que cualquier tesoro.

Hace par de miércoles mi querida amiga Lily García le dedicó la sección de motivación “Los secretos de los felices” al tema de los regalos de Navidad, y al hecho de que uno de los mejores regalos son el tiempo, así como las experiencias y recuerdos que se atesoran de esos momentos.

“Los secretos de los felices” es parte del programa “Wapa a las Cuatro” de Wapa TV en Puerto Rico y Wapa América en Estados Unidos. Lily, quien es locutora, motivadora, “coach” de vida, tanatóloga y actriz, con una vasta experiencia como comunicadora en la radio, televisión y prensa escrita, maneja los temas con profesionalismo y los sazona con picardía.

Aquél miércoles, Lily comentó que como valor añadido, siempre perdurarán los recuerdos felices. Mencionó como ejemplo, que en vez de obsequiar objetos costosos, le puede regalar a sus sobrinos una tarde de cine y risas con “titi Lily”.

Yo añado, que ahora que podemos hacer selfies con las cámaras de los teléfonos, se puede “invertir” dinero en un palo selfie, de esos que hacen las veces de brazos largos para tomar las auto fotografías. Después de las fotos, se puede rifar “el regalo” entre los sobrinos.

Así, nadie olvidaría los momentos y risas que definitivamente ni vuelven, ni se repiten.