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¡Qué bueno es estar vivo!

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Emotiñol

Estoy aturdida. Por primera vez en más de 17 años no me puedo comunicar efectivamente con Toño por cuestión del idioma. Los dos hablamos tres idiomas: español, inglés y malo. Hasta ahí, santo y bueno.

Cuando nos conocimos, le dije que estaba tratando de aprender portugués por mi cuenta para evitar -o retrasar- la posibilidad de padecer Alzheimer. Esa era la teoría científica, y yo me aprestaba a experimentarla.

¡Error! El hombre es hipocondriaco y se auto recetó el hindú para entender las películas Bollywood. Ahora también quiere aprender mandarín porque “los chinos se van a quedar con el mundo, desde que los autorizaron a tener dos hijos en vez de uno”.

Le dije que tratando de evitar el Alzheimer, iba directo a la “locura senil prematura causada por confusión lingüística”.

Le gustó tanto el nombre de la enfermedad que me quiso retar el cerebro con los emoticones que forman parte del lenguaje que muchos usan en los mensajes de texto, en los correos electrónicos y en los comentarios en redes sociales.

A sabiendas de que tengo la piel fina por cuenta de la lengua, ahora mi amigo Ángel Antonio Pérez-Serás me textea, me envía mensajes por correo y hasta correos privados por féisbuc con emoticones. A esa mezcolanza -que es una especie de letras en clave y jeroglíficos de ilustraciones a color- es lo que llamo emotiñol.

Las “palabras” tienen el mínimo de letras, y siempre se escriben en minúsculas (excepto en la letra inicial, que automáticamente marca mayúscula). Nada de acentos. Olvídense de la eñe. ¿Diéresis? ¿Con qué se come eso?

De manera que al recibir un mensaje de texto de Toño que lea, “Cnd yege d pt t (dibujito de auricular de teléfono)”, estoy obligada a entender que en emotiñol significa: “Te llamaré cuando llegue de la sesión de terapia física”.

¡Ñó, Toño!

Daba igual que le contestara en español impecable, con mayúsculas-minúsculas y sintaxis estructurada correctamente. La contestación que me esperaba era un “K” en vez de “Ok”. Mezquino hasta por una “o”.

Hay que entender los procesos evolutivos de las lenguas. Pero cuando yo creía que entendía que “TQM” significaba “Te Quiero Mucho”, me lo cambiaron a “tqm100pre” (o sea, “Te quiero mucho siempre”), apareció “qdtb” (QDtB, o, “Que Dios te bendiga”).  A partir de ese momento me empecé a impacientar, porque en Millañol  “Dios” –al igual que “Vida”- se escriben en mayúsculas.

Ahora bien, desde que se inventaron los “Emoticons”, o “Emoticones”, o dibujitos que describen, o implican emociones, estoy confundida. Cuando empezaron, me pareció apropiado el corazoncito rojo, y lo usé. No le sorprendió a nadie porque siempre había sido parte de mi firma informal y en manuscrito.

Era cuestión de marcar el signo matemático de “menor que” (<), seguido de un 3. Lo cual quiere decir que una escribía “<3” y en el mensaje de texto telefónico, o en la red social de féisbuc, aparecía el mencionado corazoncito rojo.

También surgió la clásica carita alegre amarilla 🙂 al tecleo de los signos “:” y “)”.

Los cibernautas –atrevidos y creativos- se inventaron “otras caritas”. La única que pude interpretar correctamente fue la triste 🙁  ilustrada con los dos puntos y el signo de abrir paréntesis. Nuevas versiones añadían signos que parecían una cara con mocos de alergia; la carita de Marilyn Monroe con el tan envidiado lunar… y otras millanadas que no quiero compartir.

Sin embargo, al surgir tantas aplicaciones para hacer simpáticas las comunicaciones vía texteo entre teléfonos móviles, han creado una variedad tan amplia de caritas, que hasta la de un diablito burlón y otro rabioso se pueden marcar.

También hay emoticones de naturaleza (amaneceres… que lo mismo pudieran ser atardeceres), de comida y bebidas, de actividades, de viajes y destinos, de animales, de manitas (orando, aplaudiendo…), y de objetos desde los más moninos hasta los más groseros (incluidos un inodoro y un mojón con moscas alrededor).

Lo último en la avenida, son los emoticones con movimiento. Son muñequitos que saltan, aplauden, tiran besitos… sacan la lengua, tiran trompetillas…

Una amiga me comentó esta mañana que le molesta que algunas personas reaccionen marcando el signo del pulgar arriba en aprobación a algún comentario suyo, en vez de verbalizar una opinión.

Honestamente, a mí no me molestan los emoticones. Los encuentro curiosos y divertidos. De hecho, me parece un lindo detalle que el amigo, el amigo del amigo, o un desconocido se tome el tiempo de enviarme un mensaje en emotiñol o con emoticones en movimiento.

Lo que me preocupa y ocupa, es que un día cualquiera dejemos de expresar nuestros sentimientos en oraciones completas utilizando palabras.

¿Cómo podría emoticonizar el título de este blog?

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