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¡Qué bueno es estar vivo!

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Aroma de Vida

Hace exactamente un año, un mes, dos semanas y siete días escuché una frase que nunca podré olvidar: “estos pasillos huelen a muerte”.

En aquél momento quedé perpleja. Habíamos estado por ahí mucho antes: cinco años, tres meses con par de semanas, y no me lo dijeron. Eran los mismos pasillos, y estábamos en peores circunstancias.

Con tan buen olfato como el que todavía me jacto en tener, ¡yo sentía respirar Vida y esperanza! A mis pulmones llegaba el aroma de un perfume que se podría promocionar bajo la marca de “Amor Incondicional”.

“¿Será que estoy como la autora argentina María Elena Walsh con ‘El mundo al revés’? Linda cosa. Lo que me faltaba”, pensé. “Ahora confundiré el olor del cilantro con el de los jazmines; el del recao, con el de lavanda…”

Traté de desviarme de esa confusión olfativa. Pero, “¿y si un día confundo las hojas de laurel con pétalos de rosas? ¿Cómo me quedaría ese fricasé?”

“Naaaa… que yo no soy Laura Esquivel y esto no es un intento fallido de acercarme a los talones de su genialidad culinaria en ‘Como agua para chocolate’. Además, para evitar confusiones estaba el don de la vista. De hecho, la visión me confirmaba lo que mi olfato gritaba: los pasillos olían a Vida y Esperanza; a Espíritu de Lucha, y a Fe.

Es que para ver lo mismo que yo, no hacían falta gafas especiales como las que se usan en los cines para ver los engaños llamados “efectos especiales”.

Con abrir los ojos y observar –porque mirar no es suficiente- yo podía distinguir la devoción con la que familiares y cuidadores protegen a los suyos con las mascarillas azules. Observando, no mirando, se hace evidente que no es lo mismo “dos personas que acompañan a un enfermo entubado”, que dos representantes de un ejército amoroso que lucha con fe para celebrar en familia los próximos cumpleaños, la próxima graduación, la próxima boda… y luego recibir los nietos.

Cuando se abren grandotes los parpados del corazón, no vemos los líquidos de distintos colores que guindan de los percheros con ruedas como “mezclas altamente tóxicas llamadas quimio, que indiscriminadamente matan células malignas y células buenas”.

Al mirar con el corazón, observamos pociones mágicas que el Druida Celestial puso en las manos de los médicos para mejorar la calidad de Vida de una persona con cáncer.

“Mejorar la calidad de Vida, mientras Dios decida que el cuerpo aguante”, como siempre digo. Al fin de cuentas, nuestros cuerpos no son eternos.

Sugiero que la próxima vez que asome la nariz por el pasillo de un hospital y vea a una persona atada un perchero con ruedas del que cuelgan bolsitas plásticas con líquidos de distintos colores (o transparentes) no le niegue una sonrisa; ni le dé el pésame con la mirada.

Concéntrese en el aroma a Vida con el que impregnan los pasillos, y compartan su ilusión de gozar muchos mañanas.

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