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¿Irse o quedarse? y algunos datos

El Instituto de Estadísticas de Puerto Rico lleva años planteando la necesidad de atender el tema de la reducción poblacional como una situación crítica para el país. De acuerdo con los datos revelados por el equipo de trabajo del Instituto, la migración que sufre Puerto Rico es mayor que la Gran Migración de mediados del siglo pasado donde perdimos casi 450 mil personas.

Cuando comparamos la pirámide poblacional del 1950 con la del 2015, podemos ver que en Puerto Rico de haber casi 400 mil niñas y niños entre las edades de 0 a 5 años, ahora solo contamos con aproximadamente 175 mil. Es decir, hemos tenido una reducción en los nuevos nacimientos en el país de más del 50% en un período de 66 años. Para muchas personas este evento puede ser “un asunto natural”. Sin embargo, pone de manifiesto que la población de puertorriqueños en el país no tan sólo se ha reducido, sino que proyecta que no va a aumentar.

Por otra parte, cuando comparamos la población con 60 años o más, en el 1950 rondaban los 200 mil. En el 2015 ese grupo de edad se había triplicado, alcanzando más de 600 mil personas. Esto abona al planteamiento de que la población en el país está envejeciendo y que, si no hay un cambio sustancial en las dinámicas poblacionales, se reducirá la población en la isla dramáticamente en los próximos 10 años.

Entre ese proceso, las dinámicas de inseguridad laboral no fomentan que las personas se queden al haber un trato similar entre los estados y Puerto Rico. De igual forma, la diferencia abismal entre el salario que reciben los sectores profesionales una vez llegan a Estados Unidos comparados con los de la isla, fomentan que se siga vaciando la isla.

Una persona joven que puede pensar en tener hijas o hijos, puede analizar el contexto y llegar a conclusiones desalentadoras. Carece de algún mínimo de seguridad laboral y no cuenta con un salario que le permitan acceder a ciertas comodidades. Estos elementos atados al desinterés por proponer soluciones innovadoras que atiendan la crisis, son catalíticos para pensar en la salida como escape.

De igual forma, la Junta de Control Fiscal insiste en reducir la jornada laboral. Por su parte, el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, insiste en aplicar políticas de austeridad contra el sector público, mientras aumenta los impuestos a la ciudadanía. Los grupos de bonistas plantean que las medidas no son suficientes para que se les pague y proponen estrangular más al pueblo mediante más medidas de austeridad.

Por su parte, la oposición política en vez de trabajar para generar una propuesta de un nuevo pacto socioeconómico para el país prefiere no hablar del tema. Cuando uno analiza los discursos, en vez de proponer alternativas al sistema económico en crisis, el enfoque es otro. Tratan de no hablar de temas como la urgencia de aumentar el salario mínimo atado a la posibilidad de reducir la jornada laboral; de la transparencia necesaria en las finanzas públicas; de la necesidad de apoyar los proyectos educativos del país. Y en caso de que alguien de esa oposición política hablara de estos temas, parece que le conviene decir generalidades, sin establecer compromisos claros para que no se los recuerden en caso de que lleguen al poder.

La pregunta es, ¿continuaremos creyendo en estas estructuras? ¿Crearemos nuevas estructuras que respondan a nuestros intereses? ¿O nos toca el momento de coger el avión y brincar el charco porque parece que no hay interés en que mejore la situación económica? Esta pregunta nos la hemos hecho muchos, muchas veces, especialmente esos que pensamos en un futuro que se nos esfuma entre la corrupción y la politiquería.

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