Una estrella fugaz
Barack Obama llegó a la presidencia de los Estados Unidos como una estrella luminosa, con un bagaje intelectual superior y una excelente educación que además prometía sensibilidad y compromiso con las mejores causas. Su verbo cautivó a muchos, pero sus acciones se quedaron muy al margen de sus palabras, y sumaron una larga lista de decepciones.
En poco tiempo, y aún después de haber recibido el Premio Nobel de la Paz, Obama se convirtió en una estrella fugaz. Y aunque revalidó su mandato en las elecciones del 2012, superando al republicano Mitt Romney, ya había dado muestras de inseguridad en su liderato, particularmente en cuanto a su política exterior. Ya en su segundo cuatrenio la lista de decepciones incluyó promesas incumplidas y serios tropiezos diplomáticos con Putin y los rusos en Siria, sumados a su equivocada intervención en Ucrania.
Su actitud hacia Puerto Rico fue de total indiferencia, acentuada por su negativa de liberar al preso político Oscar López Rivera, que cumple una sentencia que lo ha mantenido injustamente encarcelado por 35 años por el delito de luchar por la libertad de su patria.
Ante la crisis económica que amenazaba su colonia en el Caribe, Obama se mostró irresponsablemente indiferente al negarle ayudas que pudo haberle brindado, para entonces culminar con la agresión antidemocrática de sustituir la autoridad del gobierno de Puerto Rico, debidamente electo por la voluntad del pueblo puertorriqueño, en favor de una Junta de Control Fiscal integrada por siete personas nombradas por él. Así, Obama, en vez de ayudar a su colonia, desmantelaba el aparato gubernamental establecido en las elecciones generales del 2012 en Puerto Rico.
El triunfo de Barack Obama en el 2008 representaba una gran esperanza de cambio, dado que sustituía a un George W. Bush, cuyas capacidades para ser presidente siempre fueron cuestionadas y cuyo mandato dejó graves consecuencias en el Oriente Medio luego de las nefastas guerras contra Irak y Afganistán. La verdad es que han dejado la región, no solamente devastada sino en un ambiente de conflictos continuos y de proporciones que amenazan la paz mundial.
Por eso da risa hablar de un legado de Obama cuando este presidente desaprovechó el tiempo al mando de la nación más poderosa del Planeta. Su legado sería una lista larga de decepciones.
Al firmar la ley PROMESA, Obama oficializó la dictadura del Imperio en Puerto Rico. Dicha ley no tiene fundamento democrático de clase alguna. Es por eso que la resistencia a ella de los grupos protestantes invoca la moralidad y legalidad de su protesta ante la inmoralidad e ilegalidad del estatuto y de la Junta de Control Fiscal.
Sobre la deuda, bastaría indagar sobre si la mayor responsabilidad por la misma corresponde al imperio o a la colonia que, sometida a la autoridad imperial, actuaba limitada por su falta de recursos legales para defenderse. Resulta insólito el que los Estados Unidos ni siquiera quiera compartir esa responsabilidad que para Puerto Rico es llana y simplemente impagable.
Piensen y analicen antes de adjudicar culpas y reponsabilidades.