Ridiculeses
Nada desmoraliza más a un gobierno que lo ridículo.
Y el gobierno que a diario acapara las primeras planas de los periódicos y de los noticiarios del mundo es el de los Estados Unidos de América. Eso a raíz de que el culto pueblo estadounidense eligiera a Donald Trump como su comandante en jefe.
Si algo puede evitar que Donald Trump jure en su cargo presidencial el 20 de enero de 2017 es que durante los meses de diciembre y enero, el “elegido” haga evidente su incapacidad para ocupar la posición de mayor influencia política en el Planeta. Ya me suenan en los oídos los insultos de mis lenguicríticos maldiciendo mi “anti americanismo”.
Nada tengo en contra de los “americanos”, pero rechazo la política imperialista de su gobierno que, en aras de un capitalismo salvaje, ni siquiera respeta los más elementales preceptos democráticos que jura representar y defender Urbi et orbi. Puerto Rico es la víctima más obvia de esa conducta intervencionista abusiva que ha convertido a los puertorriqueños en colonizados incapaces de votar por su libertad.
Pero volvamos al tema central de este escrito, que es pura y simplemente lo ridículo.
Donald Trump personifica lo ridículo. Y mientras más hable y tome decisiones como el “elegido”, más avergüenza a todos los “americanos” que no votaron por él y también a algunos ignorantes fanatizados que ahora caen en cuenta que el Donald haría realidad muchos de los proyectos estrambóticos que había prometido en su campaña. “Pensé que cambiaría una vez electo”, gemía lastimosamente uno de sus fanáticos.
Una de sus ridiculeses más criticadas por los mismos republicanos es el posible nombramiento de Mitt Romney para la secretaría de Estado. El sólo hecho de que Romney aceptara coquetear con ese ofrecimiento es la mayor de todas las ridiculeses. Para Newt Ginrich, Romney no vale nada aunque tenga billones en el banco.
Asimismo, los nombramientos de Stephen Bannon, Steven Mnuchin y Wilbur Ross en altas posiciones de su gabinete son una especie de Fuerza de Choque del capitalismo rancio y abusador que se venera en el altar de Wall Street. No obstante, felicitado por angelitos como el presidente ruso Vladimir Putin y el Ku Klux Klan, Trump sigue tan campante como el del whiskey pero no sin que la senadora Elizabeth Warren lo calificara como un traidor a las causas del “americano” de clase media que por incauto contribuyó a su elección el 8 de noviembre de 2016.
Christiane Amanpour, una periodista de relieve internacional, dejó saber que ansiaba preguntarle a Trump por las matanzas interminables en Aleppo (si es que el Donald sabe donde queda y que está pasando alli), ya que a Trump le preocupa más la quema de banderas “americanas”. No pasemos por alto que de los 11 informes (briefings) a los cuales ha sido invitado, el “elegido” ha ido a solamente tres.
Ahora sufre porque le han prohibido tuitear (presidents don’t tweet). Pero en cuanto a ridiculeses, su conversación telefónica con el mandamás de Pakistán compite con el lambeojismo espectacular de Romney. Hablando de una de las naciones más terroristas del planeta, Trump lo felicita y le dice algo así como: “Pakistan is a fantastic country and your doing a fantastic job and pakistanis are wonderful people”. Y claro “I love Pakistan”. Antes, en sus tweets, lo había calificado como el peor enemigo de los Estados Unidos.
Escribo hoy 1 de diciembre, y les adelanto que de aquí al 20 de enero de 2017 la prensa y todos los medios de comunicación serán los implacables críticos y enemigos de Donald Trump . Ellos se encargarán de ventear su ignorancia y lo que es peor, su mendacidad. Prepárense los yankófilos para lo peor porque un fenómeno como Trump puede, él solito, acabar con un imperio.
Y en Borinquen, nuestra sociedad sobrevivirá porque valoramos nuestro español, nuestras costumbres, nuestra generosidad, nuestra cultura que define un alto grado de sensibilidad y de civilización, en fin, nuestra inteligencia porque, mi hermano, en la República de Puerto Rico jamás eligiríamos a un Donald Trump.