¿QUÉ NOS HARÍAMOS SIN ELLA?
El 2 de marzo el presidente de los Estados Unidos de América firmó la Ley Jones – Saffroth y al día siguiente una millonada de puertorriqueños amanecieron desnacionalizados al definirse jurídicamente como ciudadanos ‘americanos’.
Algunos congresistas argumentaron que dicha ley violaba los preceptos de la enmienda catorce del U.S. Constitution (lo que era cierto), mientras en Puerto Rico una mayoría analfabeta creía que era un regalo de Santa Claus. Los gringos, siempre tan generosos, permitieron que unos 288 ciudadanos puertorriqueños rechazaran el ‘regalito’ ateniéndose a las consecuencias de perder derechos y privilegios civiles que los marginaban de la sociedad.
En las vistas congresionales de 1916, Luis Muñoz Rivera se opuso a la ley, pero la aceptaría solamente si la misma incluyera la admisión de Puerto Rico como un estado de la Unión Federal. Eso, mientras en la Isla la Cámara que representaba democráticamente al Pueblo de Puerto Rico y por voz de José De Diego se opuso incondicionalmente al ‘regalito’.
Líderes como José Celso Barbosa aceptaron su nueva ciudadanía bajo la teoría de “Algo es algo”; la misma que , luego, Luis Muñoz Marín, utilizara para venderle a los puertorriqueños la ‘colonia’ perfumada del Estado Libre Asociado. Y así se escribe la historia de cómo la Ley Fóraker del 1900 formalizó la nueva colonia de Puerto Rico; la Ley Jones desnacionalizó a los puertorriqueños y la Ley 600 de 1950 sentó las bases para la creación del Estado libre Asociado y lo que he identificado como una colonia constitucional: la única en el Mundo.
De toda esa burundanga jurídico-política fue la Ley Jones la que más nos jorobó porque, poco a poco, pero y sin pausa, la combinación del tutelaje y la dependencia económica con la glorificación de la ciudadanía ‘americana’ fue fomentando en los puertorriqueños un ‘complejo’ de inferioridad que fue acribillando nuestra conciencia nacional hasta convertirnos en puros colonizados.
Cuando Luis Muñoz Marín en 1948 sugirió en el peor de sus discursos que en un Puerto Rico libre, soberano e independiente, los puertorriqueños nos moriríamos de hambre, ahí mismo destruyó lo que quedaba de nuestra autoestima. Quien entrega la libertad por ‘chuletas’ atenta contra la esencia misma del ser humano porque el perro del millonario puede comerse catorce chuletas al día y satisfacer todas su necesidades biológicas, pero NO DEJA DE SER PERRO.
Ramón Luis Nieves acaba de publicar un libro que titula “El ELA que todos queremos”. Lo voy a leer, pero antes le adelanto a Ramón Luis que NO PUEDE HABER SOBERANÍA para los puertorriqueños con CIUDADANÍA AMERICANA. La razón es de pura lógica. La ciudadanía es la expresión jurídica de la nacionalidad. Un puertorriqueño que es ciudadano americano no puede pactar una libre asociación de Puerto Rico con los Estados Unidos porque, jurídicamente, no estarían pactando dos naciones ya que ambos pactantes estarían representando a los Estados Unidos.
Muñoz Marín fue un gran líder porque convenció y ganó pero cuando ganó mandaba solo él y nadie más. Toma nota Carmen Yulín. Pero de que MINTIÓ, MINTIÓ. Y no solamente él mintió, sino que hizo mentir a sus líderes más allegados entre ellos a Fernós Isern cuando acompañara a Mason Sears ante las Naciones Unidas en 1953 para que se validara allí la mentira de que Puerto Rico había dejado de ser una colonia de los Estados Unidos de América.
Y ahora a leer el libro de Ramón Luis. Oremos…