El retiro del auspicio de firmas comerciales importantes al desfile puertorriqueño en Nueva York dando como razón el que se le haya dedicado el acto tradicional a Oscar López Rivera, es un insulto a Puerto Rico y refleja claramente las bajezas de la mezquindad y el prejuicio.

Tres de esas firmas multimillonarias tienen en nuestra isla fuertes lazos comerciales siendo una de ellas, para colmo, de matriz boricua. Lo de Goya duele como una traición. Lo de JetBlue es pura ingratitud para quienes aprovechan un enorme espacio de operaciones en nuestro aeropuerto Luis Muñoz Marín. Lo de los Yankees de Nueva York no tiene explicación que valga la pena escuchar y mucho menos lamentar.

Oscar López Rivera es un héroe nacional y su sacrificio por lograr la independencia de su patria, aun cuando nunca fue acusado de matar a un semejante, le costó 36 años de encarcelamiento en prisiones federales, o sea cárceles de unos Estados Unidos que por 119 años han cometido sobre Puerto Rico el crimen del COLONIALISMO.

Se trata de un boricua que no solamente vistió el uniforme del Tío Sam en la absurda guerra de Vietnam, sino que por su desempeño en el sangriento conflicto fue galardonado por su valor en defensa de la causa imperialista de los Estados Unidos.

Sobre su participación con el grupo de la FALN, comprometido con la liberación de su patria, nunca fue acusado de matar a nadie.

“No tengo sangre en mis manos” sentencia categóricamente Oscar. Pero el imperio que una vez defendió en las trincheras optó por acusarle de SEDICIÓN un delito hecho a la medida para castigar a los independentistas puertorriqueños atribuyéndole el desproporcionado propósito de querer derrocar al gobierno de los Estados Unidos.

Así de desproporcionada resultó la pena de un encarcelamiento que le robó la mitad de su vida. Y pensar que la mezquindad de algunos desnacionalizados y otros colonizados llegaba al extremo de oponerse a que fuera liberado sugiriendo que debería pudrirse en la prisión como si se tratara del más vil de los criminales.

Media humanidad abogó por la liberación de Oscar López Rivera y quiéranlo o no una gran mayoría lo consideró justicia tardía para quien se convirtió en lo que consideramos un héroe nacional. Un símbolo de valor y sacrificio por una patria ‘irredenta’.

Y si no hay dudas que las feas narices del prejuicio se asoman en Washington para discriminar en contra de las minorías incluyendo a los latinos, no puede negarse el desprecio y maltrato de los Estados Unidos a unos puertorriqueños que ahora mismo toleran la autoridad de una Junta de Control Fiscal que viola los más elementales principios de cualquier democracia en este mundo y muy particularmente la suya que pretende ser paradigma universal.

¿De qué rayos le vale la ciudadanía ‘americana’ a los puertorriqueños obviamente discriminados porque son latinos?

En la resistencia se le atribuyen y se denuncian a los universitarios por ilegalidades de todos los colores, pero ¿qué base legal tiene la Junta de Control Fiscal para usurpar la autoridad de las instituciones de gobierno democráticamente electas por nuestro Pueblo? Eso no se incluye en la ecuación que define la sindicatura a la que se ha sometido Puerto Rico por el puro derecho de la fuerza imperial de los Estados Unidos.

Los universitarios rechazan esa humillación y nuestro Pueblo debe respaldar su lucha por la dignidad de todos los puertorriqueños que repudiamos el coloniaje. De eso se trata.

Oscar López Rivera es símbolo y vanguardia de esa lucha y merece todos los honores de un héroe nacional.