Ironías
Si algo necesitaba el anti-climático Donald Trump cuando se ahogaba en sus tempestades presidenciales era una súper catástrofe que no fuera atribuible a sus desmanes y desatinos.
Y llegó Harvey.
Este ciclón arrasó con buena parte del sur de Texas y áreas adyacentes. Su llegada sacó a Trump de los titulares noticiosos, titulares que lo colocaban al borde del residenciamiento. Tanto demócratas como republicanos buscaban y buscan la manera de sacar al Donald de la Casa Blanca mientras la prensa no le quitaba el puño de la cara.
¡Y llegó Harvey! ¡Qué suerte tiene el payaso!
Por las últimas semanas, la portada noticiosa en todos los medios ha sido exclusividad de ese desastre natural que son los huracanes. Convenientemente desatendido, Trump ahora aprovecha la oportunidad de lucir como Santa Claus en vez de como un Adolfo Hitler. Y así lo vemos visitando a comunidades damnificadas y prometiéndole consuelo y dinero.
Enseguida, el presidente de los Estados Unidos, hace galas de una generosidad que, aunque engañosa, consuela a quienes lo han perdido todo, o casi todo. Hasta Puerto Rico cogerá de esa agua bendita porque Donald Trump nos visitará para ofrecernos su cariño.
Y viene por ahí.
Por eso, su presencia en las comunidades destrozadas es BIENVENIDA y a nadie se le ocurriría reprocharle su conducta matizada por el racismo y por un marcado discrimen en contra de las minorías latinas y las religiosas. Claro que quedan en su agenda barbaridades como la muralla a construirse en la frontera con México y unas leyes que predican extradiciones inhumanas.
La naturaleza, que no discrimina en contra de políticos o ideologías, hace valer la soberana ironía de que el anti-climático Trump (of all people) sea el favorecido por un desastre natural.
¡Cosas veredes!