Tenía que pasar sobre Puerto Rico un huracán de categoría cinco para que el gobierno de los Estados Unidos hiciera galas de generosidad con los puertorriqueños en su colonia del Caribe para aliviar su sufrimiento en lo que todas luces se han convertido en una crisis humanitaria.

Hace un año su indiferencia ante nuestra debacle económica fue cruel culminando con Barack Obama firmando una Ley Promesa que tenía lo obvia y triste consecuencia antidemocrática de desmantelar nuestro gobierno electo por el voto de los puertorriqueños en los comicios del 2016. No hubo entonces ni pizca de generosidad por parte de Washington para con nuestro Pueblo ante la enormidad de nuestra crisis fiscal.

Ahora tenemos a un Donald Trump eximiendo a puerto Rico de las leyes de Cabotaje y anunciando que visitará la isla en octubre. Y tenemos a su Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes atendiendo el SOS de los puertorriqueños y reconociendo el deber de ayudarnos sobrevivir.

No es poco lo que tenemos que agradecerle a la diáspora puertorriqueña de distintos lugares en los Estados Unidos han enviado medicamentos y comestibles a sus compatriotas y en cierta medida han presionado a las autoridades federales para que nos ayuden al máximo de sus capacidades.

Si algún Pueblo merece esa ayuda de Estados Unidos es el nuestro que ha tolerado el coloniaje al extremo de haber luchado junto a sus ejércitos en defensa de su democracia. Y eso sin aludir a una ciudadanía americana que compartimos en obvia e injusta desigualdad política.

La riqueza y recursos de los Estados Unidos es inconmensurable y Puerto Rico como su posesión en el Caribe ha contribuido en alguna medida a su engrandecimiento.

No puede resumirse nuestra solicitud de ayuda en expresión de un politólogo radial que dijo: “Los puertorriqueños botamos a la marina de los Estados Unidos de Vieques y Culebra y ahora recurrimos a ellos en esta crisis para que nos rescaten”.

¿No le da vergüenza?

Setenta años de maniobras militares en Vieques y Culebra con bombardeos de explosivos y todo tipo de porquería bélica; destruyeron gran parte de sus bellezas naturales arruinando el enorme valor turístico de estas dos islas.

¿No fue más que suficiente el alto precio que pagamos los puertorriqueños por ese abuso ambiental del US Navy?

La generosidad no es cuestión de un quid pro quo. Se trata de la gran satisfacción que se experimenta cuando se ayuda al prójimo.