Donald Trump es pura mitología
Se trata de un personaje sacado de La Ilíada. O sea, la reencarnación de Aquiles, un semidiós con su consabida debilidad en su talón o en su telón cerebral. Donald Trump se ha reinventado como el héroe capaz de solventar la crisis social, económica y política de los Estados Unidos de América. Así lo cree y así lo dice.
Lleva más de un año trabajando su novela mientras la elite republicana le hacía poco caso, hasta que les llamó la atención las multitudes de personas que lo aplaudían en sus presentaciones. Quedaron en el camino de la derrota y el olvido el liderato intelectual del GOP, que repudiaba las vulgaridades e insultos con los cuales Trump salpicaba sus medias verdades.
Trump, el candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano, es de creación propia. Se hizo él mismo, aprovechando el liderato inseguro y pusilánime de Barack Obama y tras convencer a una clase media de baja educación, incapaces de entender a cabalidad el “What the hell is going on?”, con el lema “I want to make America great again” de que era él y solo él quien conocía el sistema y quien podía “arreglarlo”. Así, en la Convención Republicana en Cleveland, adelantó el mito de su grandeza pronunciando un discurso de aceptación que el reputado intelectual y periodista Carl Bernstein calificara como el mejor y más efectivo que recordara de estas Convenciones de partidos.
Tan absoluto fue el dominio de Trump en Cleveland, que más de un analista político que no le concedía oportunidad de llegar a la Casa Blanca, cambió su opinión y no son pocas las encuestas que lo tienen a la par con Hillary Clinton en el duelo de noviembre. Apoyado por discursos de sus familiares, Trump habló, prometió y fue ovacionado. No lo pudo haber hecho mejor.
Hillary Clinton, que fue atacada cruelmente por Trump y los republicanos, viene obligada a responder con toda la artillería disponible para tratar de destruir la mitología de ESTE proclamado semidiós porque cualquier riposta monga haría valer sus debilidades, dejando que Trump se despache con la cuchara grande.
Tienen que haber muchos esqueletos en el closet de Trump, o sea, mitos fácilmente impugnables, que Hilllary Clinton debe encontrar y denunciar aunque sin tener que recurrir al insulto que le endilga su rival cuando la tilda de ‘pilla’ y mentirosa.
Y eso lo tiene que lograr en la Convención Demócrata que comenzó el lunes 25 de julio. Porque Hillary Clinton no es suficientemente buena candidata como para cruzarse de brazos y dejar que a Trump se lo traguen sus mitos y se desvanezca. Tiene que atacar sus locuras, como la de construir una muralla en la frontera con México, su desprecio por los cambios en el clima, la deportación de inmigrantes ilegales, sus quiebras y hasta su aversión hacia los latinos, una manifestación de sus prejuicios racistas.
Si Clinton no ataca a tiempo, preparémonos para que el mito de Trump se haga presidencial en noviembre. ¡Uy, uy, uy!
Y en Puerto Rico abundó la mitología en el velorio del Estado Libre Asociado el lunes 25 julio con Alejandro García Padilla haciendo creer a los creyentes que el ELA nada tuvo que ver con el colapso de su gobierno. Los presidentes de las cámaras Legislativas lo despreciaron con sus ausencias mientras líderes importantes le brindaban gestos de aceptación. Las mentiras se convierten en mitos después de medio siglo de vivirlas. Y vivimos la colonia por 64 años hasta que se le acabó el perfume y ahora huele a demonio.
Otra vez el estatus no está en issue. Asimismo ha prevalecido la ilusión de que Puerto Rico, una nación hispana, podría unirse a la América de Trump como el Estado 51. Y que una ciudadanía ‘americana’ de segunda clase de los puertorriqueños le impone al Imperio la obligación moral de hacer a la colonia parte de la Unión Federal. Pura mitología.
Y mientras vuelan en cantos los mitos, siete extranjeros se encargarán de desmantelar lo que queda del gobierno electo por los puertorriqueños
Contra esa agresión anti democrática que nos degrada de tantas maneras, opondremos la resistencia en defensa de nuestra nacionalidad y a la dignidad de ser hombres y mujeres libres.