Con un Puerto Rico en crisis y nadie sabiendo si vender el carro y coger laguagua o cambiar los aires acondicionados por abanicos asi como optar porbañarse un día si y el otro no,  aparece la noticia de que tresestudiantes de arte se ‘esnuaron’ en la Plaza de Armas de San Juan con el noblepropósito de hacer arte.

A Tite Curet no se le movió un pelo.

Me debatía entre escribir o no escribir sobre el incidente; si  cogerlo enserio o en broma cuando, sintonizado con  Fuego Cruzado en la radio, escuchéa Carlos Gallisá contar sobre la vez que un ‘streaker’ se le cruzó en el caminoy que “ el gozó muchísimo” calificando la experiencia como un relajo. Cabíapreguntarle al compatriota si el celaje era hombre o mujer y así mejoraquilatar sus sensaciones pero ‘anyway’, comparar el teatro que montaron estosjóvenes  en una plaza pública con un incordio desnudista era menospreciarel esfuerzo de los artistas. Y daba la impresión que el asunto se despachabacomo pura pendejada.

Yo no sé si se tipificó el delito de “exposiciones obscenas”del que habla el nuevo código penal pero a prima facie consideré eldesnudamiento improvisado algo que ofendía a quienes acudían a recrearse en unaplaza pública jamás pensando que pudieran encontrarse con Adán y Eva. Sin embargo,no han faltado juristas que, en nombre y defensa de las dos constituciones quenos protegen de ‘todo mal’, y abusando de esa famosa primera enmienda quedefiende ‘a outrance’ la libre expresión, condenaron el arresto de losestudiantes y      dieron por sentado que no seríancastigados.

¿Por qué lo hicieron? Lo de “ por amor al arte” no meconvence y menos lo de que cumplían con una asignación para un cursouniversitario. Quienes despachan el “ striptease” como una tontería o purovacilón  no toman en cuenta los sentimientos y valores; repito valores; deotros que se ofenden con la desnudez no deseada del prójimo e improvisada en unlugar público e inapropiado.  El cuerpo humano es el mejor de losrecursos  de ilustración para una clase de anatomía pero se planifica y seaprovecha mejor en un salón privado.

El argumento de que “ no tenían permiso’ es irrelevante porque ningúngobierno sensato, estatal o municipal, otorga un permiso para una actividadque, por hacerse mal ubicada, alteraría la paz de quienes no lo esperaban ypeor aún en alguna medida ‘dañaba’ el ambiente familiar y de solaz que fueronalli  a disfrutar. –

Los guardias municipales actuaron correctamente al arrestarlos, hacerlos vestiry llevarlos al cuartel. Pero si se opta por seguir los consejos de algunosjuristas y otros doctorados en sociología con un “ eso no es na”’ o “ eso esuna solemne pendejada y no es para multarlos ni encerrarlos” y  no seprocede con algún castigo ; entonces abrimos la puerta para QUE LO VUELVAN AHACER; pero no solamente ellos, sino cualquiera otro grupo de fanáticos delarte anatómico.

Si algo distingue  la animalada del perro y el caballo de la de los sereshumanos es la vestimenta.

La obscenidad ha sido tema de discusión en los mil y un tribunales delplaneta pero  la redime, en ‘algo’  el privatizarla. Parecería unchiste político pero si le dan casco al argumento identificarían su verdad.

Desnudarse improvisadamente en una plaza de recreo como la de Armas en SanJuan o la de cualquier municipio o comunidad debe tipificarse como violación ala moral pública y un delito a castigarse con multa o encarcelamiento,disponiéndose que, de repetirse esa conducta, los reincidentes seránencarcelados por un mínimo de cinco días.

Porque, y me repito: de no castigarlos se propiciaría el que volvieran ahacerlo, no solo ellos, sino cualquier grupo en cualquier plaza pública dePuerto Rico.

Y eso no puede permitirse.