Me he sometido a la penitencia de compartir el purgatorio del cotorreo anexionista que nos azota por dos horas con fuerza huracanada de lunes a viernes por una onda radial de la Capital.

Me curo en plena salud diciéndoles que respeto a los puertorriqueños que sinceramente aspiran a convertir a Puerto Rico en PARTE de los Estados Unidos, pero no guardo el mismo respeto por quienes (americanos) nunca han demostrado interés genuino de hacernos el Estado 51 de la Unión Federal. Hace ya más de un año que la Ley Promesa fuera firmada por el presidente Barack Obama pretendiendo instituir una dictadura que sustituye la autoridad de un gobernador y una legislatura electa en expresión democrática de millonada de puertorriqueños.

Eso no se hace. Y mucho menos por una nación que se vanagloria de ser un paladín de la libertad y de la democracia. Prestigio manchado que ventea por todo el Mundo.

En el cotorreo que incluye la difamación obsesiva de Carmen Yulín (los trae locos) no podía faltar su carta de presentación que no es otra cosa que el pedazo de ciudadanía ‘americana’ que la Ley Jones les impusiera en 1917 y que todos a coro identifican como IGUALITA a la de un residente en Georgia, Nueva York o Virginia llegando al extremo de atribuirle raíces constitucionalistas. Tamaño disparate. Alegan los más ignorantes que lo que hace inferior y colonial esa ciudadanía legislada es el TERRITORIO DE PUERTO RICO obviando la realidad de que un ciudadano ‘americano’ de Georgia puede, desde Puerto Rico emitir un voto ausente por el presidente de sus Estados Unidos. ¿De qué están hablando?

Pajitas que le caen a la leche.

Pero hay pajas más grandes como la que adulteró la sagrada U. S. CONSTITUTION cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos, actuando ultra vires, validó una cláusula territorial claramente INCONSTITUCIONAL ya que un sistema democrático de gobierno NO PUEDE POSEER ni territorios ni naciones. Y aunque muchos critican los anexionistas a Cuba en verdad no se preguntan que rayos hacen los Estados Unidos en Guantánamo que no sea violando la soberanía de una Cuba libre y soberana.

Pero el colmo del cotorreo es su identificación del socialismo populista con todas las dictaduras habidas y por haber obviando los crueles regímenes puramente capitalistas como los de Trujillo en Dominicana, Somoza en Nicaragua, Duvalier en Haití, Stroessner en Paraguay, Pérez Jiménez en Venezuela, Pinochet en Chile, Rojas en Colombia, Franco en España y siga usted por ahí.

Aterra el pensar que en su frenesí pitiyanqui y con mejor ciudadanía, pudieran haber votado por Donald Trump.

Y eso viene muy al caso, tomando en cuenta que nuestra relación con los Estados Unmidos nunca ha sido afectuosa y que al presente lo sería mucho menos bajo la tutela de un presidente prejuiciado en contra de las minorías latinas.

En cuanto a la ayuda que se nos brinda como área de desastre, la misma no nos llega porque somos ciudadanos ‘americanos’ de segunda clase y sí porque somos hombres y mujeres sufriendo una crisis humanitaria. Además, hemos sido una colonia, en fin, una pertenencia de los Estados Unidos que nos ha explotado económicamente desde el momento mismo de ser invadidos en 1898 porque, en cuestión de 30 años, se devaluaron nuestra moneda y nos sometieron a su voluntad con la Ley Foraker de 1900 y la Ley Jones de 1917 convirtiéndonos en esclavos de las centrales azucareras en manos del capital absentista de sus mogules de Wall Street.

Poco, muy poco hemos recibido de indemnización los puertorriqueños por habernos sometido a los Estados Unidos a 119 años al crimen del coloniaje.

Decirle a los puertorriqueños en el año 2017 que la estadidad nos espera a la vuelta de la esquina, es puro cotorreo.