El lente del fotoperiodista se centró sobre los portones de una de las ciento y pico de escuelas cerradas por orden de la Junta de Control Fiscal y el cuadro daba ganas de llorar.

Pensaba en los miles de niñas y niños en Puerto Rico que ya no podrían compartir las alegrías de un ambiente escolar con sus amigos y amigas, vecinos de la comunidad, Tendrían que alejarse de maestras y maestros que, además de haberles enseñado a leer y escribir han cuidado de ellos, desarrollando afectos muy especiales e importantes para ambos. Para tantos de esa niñez esa escuela era su segundo hogar, por no decir que para muchos era el único.

¿Era necesario el sacrificio? Tantas veces se tiran números con signos de dólares para justificar el pragmatismo del costo efectivo de un plan sin considerar los daños colaterales sociológicos que ese plan ocasiona afectando muy adversamente el ánimo, el entusiasmo, en fin, la felicidad de los seres humanos separados por circunstancias que ciertamente, por lo menos los estudiantes, son incapaces de entender.

Cadenas y candados. Inevitable pensar también en Puerto Rico y su tragedia política.

No es lo mismo cuando cientos de miles de jóvenes puertorriqueños cierran los portones de sus universidades para protegerla del saqueo extranjero, agresiones económicas y filosóficas de personas que no valoran con justeza la importancia de formar una sociedad educada y preparada no solo para obedecer y seguir instrucciones. De eso se trata la libertad que, digan lo que digan es el valor supremo. Urge liberar nuestras universidades basados en una escala de valores en la que los intereses de Puerto Rico sean primarios para auto determinarnos con un gran e inteligente propósito. No podemos seguir siendo lacayos de una extranjería que nos considera inferiores política e intelectualmente.

De eso se trata la lucha y resistencia de nuestros universitarios.

Y en lo que esa hacha hace su trabajo, por favor, reconsideren el cierre de tantas escuelas elementales e intermedias tomando en cuenta el daño que le hace a tanta de nuestra niñez y al prestigio de nuestra clase magisterial.