¿Se imaginan a un badulaque como Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América?

Se lo imaginan reaccionando a un Ricky Rosselló activando el Plan Tennessee en demanda de hacer a Puerto Rico el Estado 51 de la Unión Federal?

Lo veo abriendo su soberana boca y gritándole a Ricky a todo pulmón:

WHAT THE HELL’S GOING ON?

Pero lo que pueda hacerle a Puerto Rico esta monstruosidad de la política en nada compara con lo que podría hacerle a la humanidad desde la Patagonia hasta la Siberia y pasando por encima de Europa y el Oriente Medio. ¿Se merece el mundo esa pesadilla? Hablando en serio: ¿Podría llegar Donald Trump a Casa Blanca?

¿Qué clase de electorado sería capaz de elegir a una persona obviamente resentida y prejuiciada cuyos criterios desafían la inteligencia y el buen juicio de quienes han dirigido los destinos de la nación más poderosa del planeta.? Lamentablemente, quienes apoyan a Trump comparten sus prejuicios raciales y a la vez demuestran una escolaridad deficiente. Ni hablar de aquellos dispuestos a comprar como buenos y válidos sus mensajes de odio y la promesa de: ” I am going to make America great again”.

La grandeza de los Estados Unidos la concibe Trump en términos de riquezas inigualables, de un poderío militar invencible y un ‘american way of life’ ejemplar y merecedor de ser imitado por todas las naciones del mundo que, de paso, se someterían a su liderato.

Sin embargo, hace unas semanas la imagen presidencial de Trump sufrió un serio deterioro provocado por sus repetidos discursos plagados de incoherencias o como diríase en inglés: ‘pure nonsense’. No obstante, ha ido rehaciendo su discurso ayudado por cambios de estrategia en su campaña, pero también por piedras con las que ha tropezado Hillary Clinton, una variante de ‘esqueletos en el closet’ que ponen en tela de juicio la credibilidad y la honestidad de la candidata demócrata.

Por eso, las últimas encuestas colocan a Trump empatado con Hillary y no es poco el desasosiego que se percibe en las filas del Partido Demócrata. Ha favorecido al candidato republicano la flojera demostrada por Barack Obama en este segundo cuatrienio presidencial. Hay que ver cómo se las arregla para rectificar en cuestiones como la deportación de millones de inmigrantes indocumentados y habladurías como el asunto de erigir una muralla en la frontera entre su país y México. Tuvo la osadía de visitar al presidente mexicano para simplemente hacer algo que Hillary Clinton no había hecho. Y esas iniciativas agresivas que realmente no tienen consecuencias importantes, no dejan de reforzar su proyección como hombre de acción y liderato.

Y pensar que la inmensa mayoría de los políticos elite del GOP le niegan su respaldo.  Muy incómoda vemos la gestión del Speaker de la Cámara, Paul Ryan, que con las muelas de atrás, ha tenido que avalar la candidatura de un Trump que todavía coquetea con los medios evitando que lo saquen del ‘ spotlight’ en la campaña. electoral que culmina el 8 de noviembre.

Lo que pueda significar para Puerto Rico el triunfo electoral de Donald Trump no hay quien pueda anticiparlo, pero pueden estar seguros de que si fuimos despreciados y maltratados por Obama iremos de mal en peor con este republicano troglodita.

Lo que hace un año parecía un chiste (de mal gusto) se ha convertido en una tragedia partidista y nacional. Los propios republicanos no han podido ‘sacarlo de carrera’. Y es que cuando la ignorancia y el odio fomentan el fanatismo en una nación saturada de desigualdades económicas y sociales; entonces, la racionalidad y el buen juicio se tambalean.

Un Donald Trump al mando en los Estados Unidos promete no solo mayor convulsión en esa sociedad sino el peligro de guerras permanentes por todo el planeta.