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CARNAVAL

Si usted creía que Donald Trump era un payaso, puede que todavía el tiempo le dé la razón.

Sobre lo que no hay dudas es que las elecciones en la gran democracia de los ‘founding fathers’ son un CARNAVAL comparable con cualquiera de los más estrambóticos en el mundo.

Viendo como las cadenas noticiosas de Estados Unidos se aprovechan del pintoresco Trump para multiplicar sus ganancias, uno no puede menos que pensar en cómo las desigualdades, los prejuicios, los vicios y una escolaridad deficiente hace de buena parte del electorado ‘americano’ uno muy capaz de que este trompo baile en Casa Blanca.

Que  en el Grand Old Party haya unos veinte candidatos disputándose la nominación de ese partido para la presidencia de los Estados Unidos sería suficiente como para sorprender a los catedráticos de la política en ese país’, pero tratándose de que estamos en agosto del 2015, no hay manera de explicar ese fenómeno que no sea concluyendo que los republicanos juran por sus respectivas madres de que ganan las elecciones del 2016, no importa quien corra.

Mientras la trompa hace tambalear al elefante, el burro demócrata, como el del cuento, no da ni pa’atrás ni pa’alante. Y es que la jockette está por caerse; no tanto porque el socialista Bernie Sanders convence con su retórica, sino porque Hillary Clinton no ha podido convencer a muchos de que nada había en su computadora que comprometiera la seguridad de los Estados Unidos durante su incumbencia en la Secretaría de Estado.

Si algo le da un toque pedestre a estos carnavales, son los anuncios de con cuántos millones de dólares cuenta tal o cual candidato para su campaña. Y Donald Trump, que supuestamente es BILLONARIO, se mofa de sus menos afortunados rivales  exhibiéndose llegando a los aeropuertos en un jet que lleva su nombre en cinemascope. No me sorprendió el que en las pequeñas ligas de la colonia, Puerto Rico, ya se habla de los recaudos millonarios pro eleccionarios de Pierluissi y  Ricky Rosselló, ambos embarcados en lo que llaman los gringos, un : “collision course”.

Todo esto a destiempo. Tanto acá como allá.

Pero, por ahora, no hay quien le quite el ‘spotlight’ a Trump. Se trata de un personaje misterioso empezando por el morucín que adorna su enorme cabeza y que resiste cualquier ventolera. Dejando a un lado una retahíla de sus expresiones estúpidas, Donald manifiesta el coraje  de muchos ‘americanos’ con un gobierno blandengue incapaz de hacer valer el “american heritage’   que es amenazado por negros y latinos y lo que ellos representan en términos de criminalidad y pobreza. Porque si para Mr.Trump ser rico es una virtud, entonces ser pobre es un vicio.

trump

¿Hasta cuándo?  O sea, ¿hasta cuándo vamos  a tener como primera figura en el escenario político más importante de este mundo a Donald Trump?

A la distancia, pero haciendo un análisis serio sobre lo que dice, hace y significa la personalidad de Donald Trump advierto que, aunque  aparenta  “cantarlas como las ve” , no solo levanta la sospecha de mendacidad en sus juicios, sino  que la  realidad  NO ES lo que él  “ve”. Y será cuestión de tiempo y discursos para que se contradiga y se desvanezca (como decía Mac Arhur  de los buenos soldados). “They just fade away”.

Compraría la tésis de  su desvanecimiento como explicaba  Mac Arthur la muerte de los buenos soldados pero ciertamente  a plazos cómodos (largos), tratándose de una pila de oro mediática. Por ser así, la cadena Fox, CNN y ad láteres exprimirán la china agria de Trump  hasta que solo queden las pepitas para, a la muy postre, echarse como excremento en el inodoro. Mientras cae esa hacha sobre este payaso, su verbo racista, irrespetuoso, violento con matices de puro odio, subvierte la solidaridad de sus compatriotas y de toda la humanidad. Basta señalar sus amenazas de deportar niños y niñas de padres extranjeros que han nacido en los Estados Unidos o el proyecto catastrófico de atacar y destruir a Irán para hacerse de su petróleo.

¿Qué dice Barack Obama? Parece no darse por aludido ni ofendido por la verborrea trumpista; ni como presidente de su nación ni como hijo de un keniano y nacido en Honolulu. Tiene mucho taller explosivo sobre su escritorio este presidente que ni siquiera piensa por un instante en el más obvio de sus compromisos morales: la liberación de Oscar López Rivera.

Lo que hace unos meses parecía un relajo se ha convertido en un dolor de cabeza para el Partido Republicano y para los Estados Unidos y un peligro para la humanidad. Eso es Donald Trump.

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