Enajenarse no es la opción
Puerto Rico vive un momento histórico, con una guerra campal entre colosos que va más allá de los gases lacrimógenos y el caos que hoy impera en la Milla de Oro.
Los ejércitos están compuestos por acreedores que compraron deuda de Puerto Rico confiando en la garantía de ese papel; ciudadanos en suelo boricua molestos por leyes y medidas que le quitarán derechos adquiridos; y un quebrado Gobierno intentando salir a flote.
La situación para Puerto Rico es en extremo difícil, considerando que pese a los intentos del Gobierno por restructurar su deuda y no despedir empleados, el Estado se ha ganado la ira de bonistas y ciudadanos por igual. Los bonistas quieren que Puerto Rico le pague su dinero, incluso aquellos que compraron a descuento y ahora buscan hacer una ganancia; los empleados públicos no quieren que les toquen sus días de vacaciones; la Universidad de Puerto Rico rechaza el recorte de fondos; y, como si fuera poco, ahora el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no quiere que Puerto Rico tenga acceso a las migajas que le envía un selectivo Tío Sam a la Isla en fondos de salud para aquellos que viven bajo niveles de pobreza.
En fin, nadie quiere ceder. Mientras tanto, se acrecenta la polarización en la Isla, con un Puerto Rico que cada vez se aleja más de esa idílica búsqueda del bien común.
Por años, se ha venido alertando sobre este desenlace y sus nefastas consecuencias. Muchos optaron por ignorar las advertencias. A algunos porque les convenía y a muchos otros porque preferían enajenarse. Y ese es el gran problema. La enajenación no desvanece los problemas. De hecho, los abulta, cual bola de nieve que ahora baja ferozmente amenazando con aplastar lo poco que nos queda.
Ayer en la portada de la revista Negocios de El Nuevo Día, nuestra periodista Joanisabel González reportó sobre el panorama que le espera a Puerto Rico ante una inminente quiebra, mientras que Ricardo Cortés Chico analizó en un artículo a fondo la experiencia que han vivido Detroit, Grecia y Argentina en sus respectivos procesos de renegociación.
Los siento. No son temas placenteros. No es la alegría de Lin-Manuel, ni la emoción del Mundial. Sin embargo, es vital que todo aquel que le preocupa Puerto Rico y su futuro, se instruya sobre la crisis que estamos viviendo y sobre las posibles opciones para superarla.
Enajenarse no es la opción. Hemos estado encapsulados en esa nociva burbuja por demasiado tiempo y nada bueno nos ha dejado. Llegó la hora de despertar.