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Este año me fui de “turkey hunting” con mi familia. Cerca del mediodía fuimos a Lakeland (al oeste de Orlando) a casa de una prima de mi esposa donde cada cual aportó su mejor receta. Algo le pasó a quien le tocó llevar el pavo pues nunca llegó, y no hizo falta pues abundaron recetas interesantes de corte vegetariano desplegadas sobre varias mesas colocadas en el patio de la casa.

En la tarde me moví a Winter Garden, una hermosa ciudad, cerca de Orlando donde aún quedan fincas de naranjas y muchas áreas verdes. Mis amigos, los Fernández-Díaz, tenían en su hermosa casa un suculento pavo, arroz guisado, ensalada de papas y sabrosos postres. Una botella de vino nos hizo la tarde/noche, no por la bebida, sino porque la marca del producto generó toda clase de chistes hasta que el asma y el cansancio nos obligó a parar.

Todo es muy bonito por acá. Ya las casas tienen luces y adornos navideños pues, como en Borinquen, por estas tierras empiezan la celebración temprano. Soy igual. No llega Acción de Gracias cuando ya he instalado el árbol y desplegado toda la parafernalia navideña.

Pero este año, ni una guirnaldita. Me ha dado melancolía. Extrañé el banquete en casa de los viejos, la reunión en donde mi hermano menor saca de su archivo una retahíla de chistes que te obligan a sacar el Albuterol y donde una de mis hermanas se encarga de conducir la cantata.

Eche de menos el pavo de mami, el arrocito con tocino, el arroz con dulce con el toque de jengibre y el postre ese que no tiene nombre pero que preparar con queso crema y frutas. Esta navidad será muy bonita pues los parques temáticos se botan con adornos, música y celebración. Pero estar tan lejos de casa te apretuja el pecho. El friíto suave y la neblina de acá te recuerda que estás lejos, te abrigas para mitigarlo un poco pero también para sentirte abrazado.

Como dice el colega Carlos Rubén Rosario, ¡qué mucho se extrañan los abrazos boricuas!

Este jueves, me conformé con recibir un video de mi madre bailando junto a su espectacular árbol de Navidad. Bailaba y sonreía. Se cree ella que no me doy cuenta del esfuerzo que hace para disimular que la golpea ver mi espacio vacío en la mesa. Y pienso que así se sienten cada año en estas fechas mis colegas de la diáspora, los que viven en Orlando…los orlandorricans, los que han viajado a Texas, los de Nueva York…los del mundo.

Esta Navidad será diferente…

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