Puerto Rico y España: ¿nos parecemos?
Puerto Rico y España están unidos por vínculos que vienen de siglos, pero también por el aprecio que sienten los puertorriqueños (incluso mayor que en sentido contrario) por la llamada madre patria.
Muchos boricuas eligen España como destino turístico en más de una ocasión. A otros países vamos una vez en la vida, dos a lo sumo, pero a España nos apuntamos cada vez que podemos.
Es que nos parecemos, dirán muchos. No tanto si nos comparamos, digo yo.
Por ejemplo, en el sistema político. Puerto Rico, que al fin y a la postre es una colonia de Estados Unidos como antes lo fue de España, no tiene nada que ver con nuestros admirados europeos, que viven en una monarquía constitucional desde la transición del franquismo que rigió hasta mediados de los años setenta del siglo pasado.
Los puertorriqueños no tenemos rey, ni falta que hace, pero deberíamos aspirar a un sistema parlamentario más justo. El español no es perfecto, y ellos son los primeros en admitirlo, pero a la hora de constituir gobierno lo hace con mayor rigor democrático. Veamos.
En España no puede gobernar un partido que no consiga mayoría absoluta de 176 votos en el Congreso de los Diputados en una primera votación, o mayoría simple en una segunda ronda de votos. El Congreso consta de 350 escaños.
En años recientes, debido a la proliferación de partidos que concurren a las elecciones y ganan escaños, las alianzas han cobrado enorme importancia, aunque nunca antes, hasta ahora, había existido un gobierno de coalición. Dos partidos, el Socialista Obrero Español, de centro izquierda, y Unidas Podemos, de izquierda, juntaron fuerzas tras las elecciones de 2019 y alcanzaron unidos la mayoría simple para gobernar en una segunda votación.
En Puerto Rico, bajo el sistema electoral vigente— que no ha cambiado en esencia desde que los boricuas eligen a sus gobernadores— son imposibles las alianzas a la hora de votar, pero factibles, en teoría, para gobernar.
La Legislatura que entró en funciones en enero pasado desperdició la mayor oportunidad de la historia electoral de Puerto Rico para formar una coalición fuerte entre los partidos Popular Democrático e Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana. En ausencia de esa hipotética alianza, que habría necesitado que unos y otros hicieran concesiones, los populares se hicieron con un control frágil que, en el caso del Senado, incluso necesitó votos prestados.
En cuanto al Ejecutivo, en España, por su mismo sistema parlamentario, habría sido imposible elegir presidente al líder de un partido que recibiera solo el 32% de los votos en las urnas, como ocurrió en Puerto Rico en las elecciones de 2020.
No somos España, ni tenemos rey, ni vivimos en una monarquía constitucional. Pero no necesitamos ser otro país, ni siquiera esperar a que cambie nuestro sistema de gobierno, para adoptar las alianzas como herramienta para formar mejores gobiernos.
La ley electoral vigente las prohíbe por razones tácticas del partido que aprobó unilateralmente el estatuto.
Hay muchas más razones para derogarla y crear una ley nueva, moderna y democrática, pero si no las hubiera, bastaría esa prohibición absurda para echarla a la basura.