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Otra vez el gasoducto

La improvisación parece ser una de las características más arraigadas en el gobierno. Si no lo cree, échele un vistazo al gasoducto que la Autoridad de Energía Eléctrica insiste en revivir.

Parece que no fue suficiente la experiencia de la notoria, y por fortuna descarrilada, Vía Verde de Luis Fortuño, ni la del anterior Gasoducto del Sur. Gobiernos penepés y populares han vivido obsesionados con el tema, no importa cuán retro ni cuán peligrosos puedan resultar estos proyectos insensatos.

Mientras el mundo se mueve a las energías renovables y las historias de éxito tanto en la producción eléctrica como en la conservación del ambiente se multiplican, Puerto Rico se mantiene firme en la defensa de los combustibles fósiles, como el petróleo y el gas natural. No se les ocurre nada más.

Tiene razón el ambientalista Arturo Massol Deyá, de Casa Pueblo, cuando dice que el gobierno está desconectado de la realidad del país y de sus problemas. El gasoducto, señala, es como un tema del siglo pasado.

Lo más grave de la idea genial de la AEE y su nuevo director ejecutivo, Ricardo Ramos, es que este gasoducto en el que están pensando sería muchas veces más dañino que los anteriores.

El frustrado gasoducto del sur iba, claro está, por el sur. La Vía Verde, por el norte. Pero el que están elucubrando ahora es una madeja de tubos que nos atravesaría de norte a sur y de este a oeste.

En palabras del ingeniero Ramos, citadas por El Nuevo Día de una entrevista radial, se plantean trayectos que, saliendo de Guayanilla, llegarían a Mayagüez por el oeste, y a Salinas por el este. Y entonces habría un tramo entre Salinas y Yabucoa y otro que recorrería el país de norte a sur.

La propuesta es minar toda la geografía de la Isla. Y, lo peor, pasar por esta madeja de tubos nada menos que gas natural, un combustible del que, igual que ocurre con el petróleo, deberíamos estar en proceso de deshacernos.

Ramos insinúa que el retorno del gasoducto a la mesa es producto de las exigencias de la Junta de Supervisión Fiscal, que le ha impuesto a la AEE unas metas tarifarias que deberán cumplirse a pesar de la baja de 24% en la demanda de electricidad.

¿Y no podría ocurrírseles mirar hacia las fuentes de energía renovable que no sean la quema de basura que produce cenizas tóxicas? ¿Será que la fuga de cerebros de la que tan preocupados hemos estado en años recientes arropó al gobierno?

Resulta obvio concluir que la crisis que afecta al País va más allá del tema fiscal.

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