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Otra crisis en la reforma

La reforma de salud, cuyo nombre actual, Vital, describe a la perfección lo esencial que resulta para cerca de la mitad de la población de Puerto Rico, se aproxima a una nueva crisis.

En septiembre, al finalizar el año fiscal federal, se agotarán los $4,800 millones que han sostenido con vida a la reforma en los últimos dos años y, si no se subsana la deficiencia, Vital se quedará corto en $1,200 millones anuales a partir de 2020.

Esos son los datos. Pero cualquiera diría que no los entendemos o, lo que sería peor, que no nos importa.

Algo de eso último hay, porque la verdad es que el gobierno —este, el anterior y prácticamente todos desde que Pedro Rosselló le vendió al país la tarjetita de salud— sabe que la reforma no funciona como debe ser, pero se recuesta en que el Congreso tapará el hueco cada vez que sea necesario.

Hay que admitir que hasta ahora ha sido así, pero tal vez estemos tensando demasiado la soga en estos tiempos de quiebra fiscal e incertidumbre federal.

La directora ejecutiva de la Administración de Seguros de Salud (Ases), Ángela Ávila, expondrá en estos días a un comité de la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, la grave situación fiscal de la reforma y la necesidad de que se asignen nuevos fondos para que Vital no tenga que dar de baja a 600,000 beneficiarios a principios de 2020.

Se discute poco la crisis de la reforma en Puerto Rico —las estatuas del presidente Donald Trump y otras boberías ocupan la atención de nuestros legisladores— y no acaba de calar en nuestras mentes la urgencia de concretar un seguro universal de salud.

Sacar del medio a las aseguradoras privadas, que se tragan el presupuesto de la reforma y devuelven servicios escasos a la ciudadanía y tarifas injustas a los proveedores, es la asignatura pendiente.

Establecer un sistema de pagador único que permita que los fondos presupuestados se destinen prioritaria y mayoritariamente a los servicios de salud, no a hacer ricos a los administradores, es lo que hay que poner sobre la mesa.

Eso, o seguir peregrinando año tras año a Washington para que le brinde respiración artificial a una reforma cuya mayor contribución ha sido incrementar la deuda y acelerar la quiebra.

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