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La hora de las responsabilidades

Nunca sabremos con exactitud cuántos puertorriqueños murieron a consecuencia del huracán María y sus devastadores efectos en los servicios de electricidad y de agua, así como en las comunicaciones celulares y el internet.

Lo que sí sabemos es que no fueron los 64 que el gobierno insistió hasta hace apenas unos días que había sido el saldo de María, que azotó Puerto Rico con vientos de categorías 4 y 5 el 20 de septiembre pasado.

Hace ya nueve meses del paso del huracán y aún quedan miles de personas sin servicio de energía eléctrica, con problemas de agua (mayormente por falta de electricidad) y, por supuesto, sin vivienda o con sus viviendas dañadas.

Una encuesta de la Universidad de Harvard cuyos resultados fueron anunciados hace pocas semanas reflejó la cifra de 4,645 muertos, que es un promedio entre alrededor de 900 y cerca de 7,000.

Los datos que finalmente ha tenido que entregar el gobierno parecen indicar que el total pudiera no llegar a los 2,000, que es una cifra enorme de todos modos, pero los primeros análisis de los números del Registro Demográfico muestran que durante los primeros 20 días después de María murieron 700 personas más que las que fallecieron en ese mismo período de 2016.

Setecientas más muertes registradas en apenas 20 días refleja que hubo un gran desastre en Puerto Rico que se extendió mucho más allá de los vientos huracanados y las lluvias torrenciales del 20 de septiembre mismo.

Mientras ocurrían esas muertes, el gobierno mantenía primero una cifra absurda de 16 que luego subió a 34 y, con la presión de la opinión pública, alcanzó eventualmente las 64 en las que se plantó el secretario de Seguridad Pública, Héctor Pesquera. Y esa primera cifra de 16 fue la que usó el presidente Donald Trump durante su visita de unas horas a la Isla en la que se ufanó de que no había pasado gran cosa y que Katrina, en 2005, había sido muchísimo peor. El dato oficial es que Katrina causó 1,833 muertes.

Nueve meses después de María, cuando apenas comenzamos a acercarnos a la cifra de fallecidos que realmente provocó el huracán, es vital que separemos el grano de la paja y empecemos a fijar responsabilidades.

Es importante determinar, con la precisión que permitan los datos tardíos e incompletos, cuántos puertorriqueños murieron, pero igualmente importante es atender las causas de tantas muertes.

La falta de preparación adecuada de las autoridades no puede despacharse como un acto de la naturaleza porque no lo es, como tampoco podemos atribuirle a la naturaleza el pobrísimo manejo de la crisis resultante.

Es cierto que la debacle fiscal no es responsabilidad única de la presente administración sino que viene de décadas atrás, pero era el gobierno actual el llamado a atender la crisis de María.

Los culpables tienen nombre y apellido. No son anónimos como lo serán por siempre muchos de los muertos.

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