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La historia se repite, ¿o no?

El escenario es muy parecido. No hay chat secreto del gobernador, pero sí traqueteo politiquero con los suministros.

No se comparten ofensas contra adversarios y correligionarios por igual, pero se discrimina no solo de manera partidista sino también por bandos.

Es justamente lo que el país no necesitaba después del histórico verano del 19, en el que el hastío ciudadano con la politiquería y la corrupción hicieron que Ricardo Rosselló fuera expulsado de la gobernación.

No aprendieron nada. Es que son los mismos haciendo las mismas cosas que el pueblo repudió hace apenas siete meses.

No tienen chat oculto, ¿o sí? Podría haberlo si, total, todo lo demás está calcado al centavo. Hasta suministros ocultos hay, como cuando el huracán María dos años y pico antes.

El terremoto del 7 de enero y sus continuas réplicas desperezaron a los ciudadanos que en el principio no podían creer que estuviéramos en la misma situación.

El escándalo de los almacenes de suministros, unos espacios enormes pero invisibles que se reproducen a diario, ha puesto en jaque a la sucesora de Rosselló, Wanda Vázquez.

Y ella ha gestionado la crisis de la peor forma, tirando una raya infame entre bandos internos. Ha superado a su antecesor, quien al menos de cara al público mantuvo casi hasta el final la cohesión entre los integrantes de la cúpula partidista.

Ella no. Aliada por conveniencia, no por convicción, con el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, que ahora también preside el partido de gobierno, se ha lanzado de frente contra su contrincante primarista Pedro Pierluisi, deshaciéndose de quienes lo apoyan a él y no a ella para la candidatura a la gobernación.

La estrategia no es propia. Los hilos los mueve Rivera Schatz y ella, deslumbrada por el poder, se olvidó de las decenas de veces que él le reclamó la renuncia como secretaria de Justicia acusándola de corrupta.

Pierluisi también se equivocó de nuevo. Político curtido por sus años como comisionado residente en Washington, dio su primer traspiés cuando intentó en agosto hacerse con la gobernación.

Ahora, vuelve a errar al dejarse arrastrar al juego tirando al medio a los secretarios fulminados absurdamente por Vázquez. Admitir que eran partidarios de Pierluisi, con la consiguiente reacción destemplada del candidato, no exonera de culpas a los despedidos, cuyas acciones —posiblemente justificadas— ahora son vistas por muchos como parte del juego electoral.

De cara al público, la pelea, como la ideó el autor de la trama, es entre Vázquez y Pierluisi, con el pueblo en medio sufriendo las consecuencias del desastre.

La gente comienza a verlo y ya está retomando la calle con protestas que se parecen mucho a las del verano pasado, pero que traen consigo el bagaje de la experiencia reciente.

Esta vez deben cuidarse más los buitres, que están nuevamente al acecho. Las garras les rasgaron el disfraz de palomas de la paz.

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