En casa del trompo
Contrario a lo que muchos esperaban, Donald Trump no aprendió de los tropiezos con la prensa y los periodistas que caracterizaron su campaña presidencial.
Convertido en presidente electo y, dentro de pocos días, en presidente de Estados Unidos, el magnate neoyorquino ha seguido confrontando a periodistas y a medios de prensa, incluidos los poderosos conglomerados, con el estilo irrespetuoso y petulante de siempre.
En una ocasión llegó al colmo de burlarse de la discapacidad física de un reportero del diario The New York Times, el incidente en el que Meryl Streep basó su discurso de condena del político durante la reciente entrega de los Globos de Oro.
Y esta semana atacó duramente a un periodista de CNN acusándolo de representar “fake news”, lo que podría traducirse como “noticias inventadas”. Trump, el poseedor del récord de inexactitudes, disfrazado de paladín de la verdad.
La buena noticia es que la prensa estadounidense, y muchísimos periodistas también, no se han doblegado ante el discurso ofensivo de Trump y se han publicado miles de cuartillas, en medios impresos y digitales, denunciando el carácter del próximo presidente de Estados Unidos, analizando sus actitudes y desmenuzando sus declaraciones, sobre todo las que transmite a través de su cuenta de Twitter.
La mala noticia, sin embargo, es que a pesar de que los medios y los periodistas le cuentan al mundo cómo es Trump, deshacen sus fantasías y reflejan el disgusto que provoca a mucha gente su victoria sobre Hillary Clinton, se comportan como corderitos en las conferencias de prensa y otras presentaciones públicas del político.
En el episodio con el reportero de CNN, que pareció una repetición de la preocupante conducta sumisa de muchos periodistas cuando están frente a Trump, ningún colega presente en la rueda de prensa salió en defensa de su vapuleado compañero.
Lo planteaba el miércoles Pete Vernon, del Columbia Journalism Review, en un artículo publicado en la página de la revista de la Escuela Graduada de Periodismo de la Universidad de Columbia.
“El periodismo es un negocio competitivo”, escribió Vernon, para agregar que, sin embargo, no se trata de un “juego de suma cero”, lo que sería algo así como decir que algo es bueno o malo dependiendo del efecto que tenga sobre la otra parte.
“Todos estamos en campaña buscando exclusivas, acceso y fuentes, pero estamos, en realidad, en el mismo lado”, advirtió.
La relación adversativa entre Trump y la prensa estadounidense no es necesariamente nueva para los periodistas y los medios puertorriqueños.
Aquí, obviamente con mucha menor prominencia internacional, hemos tenido más de una confrontación con políticos. Pero, igual que ocurre en Estados Unidos con Trump, hemos sido insolidarios y, en más de una ocasión, nos hemos creído que sí se trata del “juego de suma cero” del que habla Vernon en su artículo del CJR.
No es cuestión de que haya que compartir exclusivas, o fuentes, o acceso a la información, porque está muy bien que sigamos compitiendo en buena lid por obtener ventaja, siempre y cuando actuemos éticamente.
De lo que se trata es de ser solidarios en la esencia y de defender el derecho de todos a ser tratados con el respeto que merece nuestro trabajo.
Queda ahora de nuestra parte ponerlo en práctica.