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Cuestión de credibilidad

El gobierno de Puerto Rico sigue enfrascado en un pulseo con el Tesoro de Estados Unidos, que exige condiciones estrictas para liberar fondos de un préstamo de $4,900 millones aprobado tras el huracán María por el Congreso y firmado por el presidente Donald Trump.

Los esfuerzos gubernamentales están enfocados en ese dinero y en el diseño de vehículos dirigidos a obtener fondos federales de aquí y de allá, nunca a presentar ideas nuevas que conduzcan a la autosuficiencia, ni siquiera al pareo de la ayuda que pueda venir desde Washington.

No se percatan de que esa insistencia en recibir sin comprometerse a nada, esa pataleta de muchacho antojado, es precisamente uno de los factores que sigue retrasando el envío de ayuda, aunque sea la mitad o menos de lo prometido.

Nos lo merecemos porque somos ciudadanos americanos. ¿Sí? Pues sepan que hay millones y millones de ciudadanos americanos en el territorio continental que viven bajo los niveles de pobreza y que reciben ayudas condicionadas a muchas y variadas exigencias, ninguna de las cuales es el hecho de que ostentan la ciudadanía de Estados Unidos.

En el caso de Puerto Rico, aparte de esa actitud del gobierno, las ayudas se retrasan porque no hay credibilidad. Administración tras administración ha tomado prestado miles y miles de millones de dólares para sostener el engaño de cuán avanzados éramos frente a nuestros vecinos del Caribe e incluso a otros países de la mitad sur del continente, solo por ser “americanos”.

Llegamos al punto de que la deuda, a la que sumándole el déficit actuarial de los sistemas de retiro se monta en más de $130,000 millones, resulta impagable.

Este gobierno hizo campaña negando lo evidente, diciéndole a los bonistas que la deuda podía pagarse, pero el deterioro se aceleró y esa promesa se hizo sal y agua. El huracán María le puso el “frosting” al bizcocho.

Cuando comenzó a destaparse la realidad fiscal de Puerto Rico, hace ya más de una década, gobierno tras gobierno siguió agravando la situación y negociando préstamos y bonos a intereses irracionales para un país en deterioro, al tiempo que empeoraba la calidad de los servicios y se desatendía cada vez más la infraestructura.

La Autoridad de Energía Eléctrica, una vez considerada la “joya de la corona”, es el niño símbolo de esa irresponsabilidad gubernamental. La mina de oro la pusieron al alcance de políticos y correligionarios, que la exprimieron, y ahora quieren venderla al mejor postor, el que sea, con tal de que les quite del medio el problema.

Ahora fabricamos planes fiscales a la medida. Lo mismo hacemos uno en el que nos falta dinero que otro en el que nos sobra. Una versión reciente del plan de cinco años requerido por la Junta de Supervisión Fiscal economizó tanto y tanto en servicios esenciales al pueblo que hasta sobraban $3,000 millones. Claro, si no se paga la deuda…

Y así queremos que nos crean.

No podrán creernos hasta que estemos dispuestos a levantarnos sobre nuestros pies utilizando el poder del mayor caudal que tenemos, que es nuestra gente.

Cuando le demos a nuestros empresarios los incentivos que ahora solo le ofrecemos al que viene como ave carroñera a devorarse lo que queda, nos levantaremos y nos creerán.

Cuando reformemos la educación para que sea inclusiva, no elitista; para que sea una inversión y no un gasto; para que esté al alcance de todos, nos levantaremos y nos creerán.

Cuando no forcemos a nuestra clase media a emigrar en busca de trabajo y mejores condiciones de vida, nos levantaremos y nos creerán.

Cuando reconozcamos los derechos de todos a la salud, a la seguridad ciudadana, a vivir sin miedo, nos levantaremos y nos creerán.

Es que no hay que mirar hacia afuera para ganar credibilidad. Hay que mirar hacia adentro.

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