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Opinión

Más allá del diploma

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Lo bueno y lo malo de ser un papá joven

Cierro mis ojos y todavía lo veo. El corazón palpitaba sin frenar. Las manos sudando sin parar. Sentía una mezcla de ansiedad, con emoción, pero sobre todo, un nerviosismo que me hacía temblar sin piedad.

El doctor entró, me miró fijamente a los ojos y exclamó …

¡Felicidades Papá!

Fue en ese momento que él me entregó en mis brazos a mi hijo. El nene. Con apenas 25 años, mi vida giró de ser un joven profesional tratando de subir la escalera laboral, a tener que simultáneamente manejar la crianza de un pequeño paquetito.

En los días subsiguientes, mientras el pequeñín sembraba su mirada en la mía, a pesar de sentirme orgulloso por demás, de igual forma entró por la puerta un momento de tensión.

Me encontré cuestionando: ¿Tendré la capacidad? ¿Estaré listo para esto?

Esa inseguridad—aunque muchos no lo admitan—la conoce cualquier padre o madre primeriza. Ser papá o mamá es bello, pero es sumamente intimidante. Confrontas cara a cara el proyecto más importante que manejarás en tu vida. Probará tu paciencia, tu estabilidad mental, tu habilidad de manejar “stress” y la manera que manejas el presupuesto.

Ahora, súmale a esto ser un joven profesional que apenas está comenzando la carrera, que quiere desarrollarse y echar pa’lante y puedes imaginar como el reto se acaba de multiplicar.

La mayoría de mi generación quisiera tener familia cuando estén “listos”, “preparados”, y “estables económicamente”. Esto debido a que tememos que cuando seamos padres, nuestras necesidades pasarán a un segundo plano y nuestras oportunidades de crecimiento profesional se vean afectadas.

Lo entiendo. El mes pasado se cumplieron 5 años desde que llegó el pequeño campeón a mi vida. Cinco años aprendiendo a cantazo a ser guardián de seguridad, villano de pelea (El Guasón, por supuesto), maestro de español, chef italiano (es chavón para comer), terapista, y sargento militar—todo mientras trato de mejorar y desarrollarme profesionalmente como escritor y contador de profesión.

He sacrificado muchísimas noches de tertulia, compras impulsivas, viajes espontáneos y peor aún, control de la programación televisa (por lo menos Disney está arrasando esta década con Frozen, Moana & Coco).

¿Pero, limitarme en la carrera? Suena contradictorio, pero en mi caso ha sido todo lo contrario. Ser padre me enfocó, me tornó más paciente, y me dio una prisa real para ejecutar en mis metas con mayor propósito.

Enfoque

Tener hijos causa una seria autorreflexión.

¿Qué tipo de persona soy vs quién quiero ser?

¿Qué ejemplo le quiero dar?

¿Qué pasos tengo que tomar para poder organizar mi futuro y el suyo?

En mi caso, tal vez porque sabía que aún no tenía la madurez ni la mentalidad requerida, sentí una obligación de tomar inventario.

Llámale una patada en el c***, o que te tiren un balde de agua fría encima, pero fue sumamente doloroso mirarse al espejo y aceptar todo lo que uno tenía que cambiar… pero lo haces porque lo haces.

Comencé a definir cuáles actividades rendían valor y cuales eran mejores soltar.

Poco a poco, fui descartando actividades. Limitando opciones. Aprendí a escoger y como resultado fui afinando la mirilla, distanciándome así de aquellas distracciones disfrazadas de oportunidades.

¿Es posible que hubiera ocurrido lo mismo sin su llegada? Tal vez sí, tal vez no. Pero estoy agradecido que aceleró mi proceso.

Paciencia

Ninguna evaluación, proyecto o prueba probará tu paciencia cómo ser papá/mamá.

En la era de la gratificación instantánea, ninguna parte de criar un niño es veloz. Se tardan en caminar, comer, dormir toda la noche, hablar, hasta ir al baño (parte que la hubiera brincado feliz).

Sin embargo, en cada etapa uno la celebra como si se hubiera pegado en la Loto—gritando Tito Trinidad como aquella vez que venció a De La Hoya.

Mi hijo es un constante recordatorio que cada meta que uno quiere alcanzar—desde las más ambiciosas, hasta las que más triviales que uno da por sentado—caminar, comer, hablar—toman tiempo.

Esta paciencia me ha ayudado inmensamente a atemperar expectativas mientras desarrollo proyectos creativos.

Soy de la generación que se crió con Google, por lo que también quisiera que todas mis metas se cumplan ahora. Lamentablemente, no existe una fórmula, aplicación móvil, ni un genio que cumpla tres deseos (como el de Aladino) que acelere el proceso.

Aunque siempre existirán un grupo pequeño de personas que logren irse global con sus primeras piezas de contenido, la inmensa mayoría tenemos que tomar la ruta mas lenta y aburrida del artesano.

Poco a poco. Se trata de aceptar que el proceso es más lento de lo que uno quisiera.

Y nada te lo recuerda más que criar a un chico.

Prisa para ejecutar   

Tal vez aterrorizado de a que ahora mi tiempo era más escaso, pero pocos saben que publiqué mi primer blog luego de la llegada de mi hijo.

Tanto fue el ímpetu de comenzar a expresarme creativamente para servirle de ejemplo a él que al final del escrito dije:

“¿Y quién sabe?, a lo mejor algún día tengo mi propia columna. Tal vez así podré mirar a mi hijo a los ojos y reafirmarle que puede elegir un camino que le apasione sin sentirme como un hipócrita”.

Increíble lo que uno es capaz cuando sientes prisa por una razón válida. Aunque todos busquemos validación de nuestros familiares, pares y colegas, nada te empuja más lejos que el deseo de que tu hijo/a esté orgulloso de ti.

Cuando lancé reciente un nuevo programa de entrevistas, titulado La Maestría, tuve la misma sensación. Espero con entusiasmo el día que podré sentarme una tarde con él, whiskey en mano, y compartirle que el también me inspiró a ejecutar, a ser creativo y enseñarle las lecciones aprendidas.

Digo, eso es si me hace caso de aquí allá 😉

Propósito

Más que nada, estoy eternamente agradecido de tener un mayor propósito.

En su libro Man’s Search For Meaning, el autor Viktor E. Frankl detalla su experiencia horrífica sobreviviendo un campo de concentración durante la segunda guerra mundial, en donde explica que el fin de la vida no es una eterna búsqueda de poder (Alfred Adler) o de placer (Freud) sino una de propósito–Sea en el oficio, en el amor por otra persona, servicio a la comunidad etc.   

Convertirme en padre me dio más responsabilidad.

Me obligó a sentarme a pensar en qué aspirar.

Me empujó a visualizar qué modelo debía ser.

Me enseñó a amar sin expectativas y a sacrificar sin titubear.

En fin, un propósito mayor para luchar.

Ahora, por favor, no me malinterpretes. ¡No necesites procrear para ser un mejor ser humano y muchos menos un buen profesional!

No seas absurdo(a).

Lo que quiero recalcar es que, si te sientes abrumado(a) porque quizás estás por ser papá o mamá por primera vez, o eres un joven padre y madre, y temes no saber cómo balancear el rol paternal/maternal con tus metas profesionales, sepa que el ser humano es capaz de muchísimo más cuando la situación lo amerita.

Un poco de perspectiva, presión y enfoque es suficiente para que aprendas que puedes con más de lo que piensas.

Confía. Se puede.

Sobre el autor:

Soy CPA, Escritor, Conferenciante y Pasado Presidente del Capítulo Profesional de ALPFA Puerto Rico. Como eterno optimista, mi meta es compartir historias, que logren inspirar, motivar y ayudar a mi generación puertorriqueña para que juntos podamos contribuir activamente al renacimiento de nuestra Isla.

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