El dolor: La medicina amarga que necesitamos
Tal vez lo tienes todo fríamente calculado, escrito en tinta azul estilo “bullet points” en tu agenda favorita.
- Sacar buenas notas y graduarte de la Universidad.
- Conseguir un empleo que pague buen dinero.
- Trabajar duro hasta ser promovido o quizás montar tu propio “kiosko”.
- Encontrar al jevo o jeva que te encante, casarte y tener hijos.
- Luego retirarte a viajar el mundo.
Tratas de planificar todo casi con la misma precisión de un francotirador de los “marines” para así evitar lo que nadie publica en sus redes sociales: los tropiezos, los fracasos, los rechazos, y hasta las decepciones.
Es cuando no conseguiste la oferta de trabajo. Fracasaste el examen de reválida. Recibiste una evaluación pésima en el trabajo o peor aún, perdiste el empleo. Cuando te percatas que no amas al padre/madre de tus hijos o tu pareja te deja por otro/a. Es cuando te diagnostican una enfermedad sin cura, o en el peor de los casos se muere alguien cercano a ti.
Son los momentos en que te quedas en blanco. Cuando tus ojos se humedecen ligeramente y tu visión se distorsiona. Tus oídos dejan de escuchar mientras tus manos se acaloran, sudando sin cesar. Tu corazón se acelera con velocidad, casi como si quisiera despegarse de tu pecho.
De repente, en un instante, toda tu realidad, toda tu planificación… se acaba de ir al c*****.
Un “filósofo”, digamos poco convencional, conocido como Mike Tyson lo dijo mejor que yo:
“Todo el mundo tiene un plan hasta que te dan un puño en la cara”.
Será difícil de aceptar, pero estas experiencias negativas—aunque suenen traumáticas—se repiten cíclicamente en nuestras vidas. Estos momentos oscuros no solo son difíciles de evadir, sino son imposibles de evitar.
¿Por qué, preguntas?
Porque la mayoría de las experiencias negativas que te suceden y sucederán están fuera de tu control. Porque por más que intentes aparentar que no padeces, que vives feliz detrás de espejismos positivos, destacando solo tus momentos triunfales, sabemos muy bien que probablemente acabas de sobrepasar un momento oscuro. Y si no es tu caso, los mismos están a la vuelta de la esquina.
¿Pero sabes qué?
Aunque suena contradictorio … ese dolor, esas experiencias oscuras… las necesitas.
Mejor dicho, las necesitamos todos.
En su libro “The Subtle Art of Not Giving a F*ck”, el autor Mark Manson reta al lector a que conscientemente elija qué lucha o dolor va a lidiar, en vez de preocuparse por todo y estar constantemente buscando el “high” de los momentos felices.
Dice una cita que marqué: “Evitar el dolor es padecer dolor” y “Evitar el sufrimiento es una forma de sufrir”.
De esto sé yo. Cuando me gradué de la Universidad yo juraba que mi camino estaba escrito: Seguir laborando en la misma compañía que me contrató, dando servicios de contabilidad, hasta lograr ser socio, casarme, tener hijos luego de los 35 y viajar mientras pudiera.
Pero mi primera década laborando me ha enseñado—de manera fría—que los planes no son lineales. Fracasé un examen de reválida por exceso de confianza, no fui consistente en mi desempeño laboral al descubrir otros intereses que me llamaron más la atención, tuve un hijo casi una década antes de lo que estimé, y me he equivocado escogiendo patronos por priorizar la compensación sobre otros factores.
Sin embargo estos golpes han sido esenciales porque he aprendido que aunque uno intente planificar cada detalle, la vida siempre traerá curvas de adversidad. Son estos momentos cuando estás viviendo el antónimo de tu realidad deseada donde encuentras la fuerza, confianza, y sabiduría que no sabías que eras capaz de desarrollar.
Existe la percepción equivocada de que uno es débil si admite sus fallas. Es triste sentir que tengamos que esconder nuestras historias de adversidad por miedo a ser flagelado instantáneamente por la sociedad. Preocupados por el qué dirán antes de ocuparnos de nuestra propia salud mental.
¿No te has dado cuenta que cuando aceptamos los tropiezos, es cuando nace el cuero perseverante requerido para sobrepasarlos?
Piénsalo. Cada momento orgulloso de tu vida está vinculado a la conquista de algún momento doloroso. Son estos momentos que aunque nos tumban repentinamente, nos llenan el tanque de gasolina para regresar más enfocados, más fuertes y más claros.
Es cuando ganas la medalla luego de la lesión. Es cuando encuentras el amor de tu vida después del divorcio. Es cuando pasas la reválida luego del quinto intento. Es cuando encuentras tu propósito luego de estar encarcelado. Cuando creas tu compañía luego de perder el empleo. Es cuando cobras tu primer cheque de stand-up o vendes tu primera pieza de arte luego de que te ridiculizan por intentarlo.
Actuar como si no vas a estar pasando por adversidad es vivir de manera presumida. No maldigas los momentos dolorosos porque son parte del plan, parte de tu historia.
Además, si tu historia fuera lineal sería aburrida, ¿no crees?
Encuentras paz aceptando que no siempre las cosas saldrán a tu favor simplemente porque hay resultados que están fuera de tu control. Es posible que te equivoques, que pierdas, y que fracases, pero cuando esto ocurra no debes esconderte de los momentos más vulnerables, ni sentir la necesidad de auto-medicarte para evadir el dolor.
Porque sufrir es vivir. Tenemos que sentir el dolor que acompaña el sufrimiento—las pérdidas, el mal de amores, y los rechazos—para poder reconocer y disfrutar de su polo opuesto—las victorias, el amor saludable, y la aceptación.
Lo esencial es poder entenderlo. Aceptarlo y tener un sentido de esperanza que aunque no sepas como reconstruirte al momento, sabes que con el paso del tiempo, verás mejores días.
El antiguo Emperador Romano, Marco Aurelio, uno de los patriarcas de la filosofía del estoicismo, dijo:
“Nada le ocurre a un hombre/mujer que no tenga la capacidad natural para aguantar”.
Así que si estás pasando por un momento difícil, no le huyas. No lo escondas, ni lo evadas. Llóralo y siéntelo. Con el tiempo recuérdalo y analízalo. Hay que aceptar las experiencias negativas que nos suceden y reconocer su dolor para así actuar con mayor sabiduría.
Son estas experiencias las que nos obligan a mudar piel y madurar. Son las que nos redirigen al camino correcto hacia donde debemos estar. Son las experiencias las que nos enseñan a vivir.
Porque para poder vivir, primero hay que saber sufrir.
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Sobre el autor:
Soy CPA, Escritor, Conferenciante y Host del programa La Maestría. Como eterno optimista, mi meta es compartir historias, que logren inspirar, motivar y ayudar a mi generación puertorriqueña para que juntos podamos contribuir activamente al renacimiento de nuestra Isla.
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