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La batatita de Fufi

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42

Fue en el verano de 1947 que vi jugar a Jackie Robinson en el Polo Grounds de Nueva York. Quedándonos en un hospedaje de la calle 158 de la séptima avenida, Tito y yo caminábamos hasta ese parque de pelota.

Era fanático de los Dodgers porque alli había jugado mi ídolo Luis Rodríguez Olmo. Sin embargo, meses antes, y en la soledad de mi cuarto en una escuela preparatoria de Long Island había escuchado la noticia de que por primera vez jugaría un pelotero negro en las Grandes Ligas.

Joven aún, poca importancia le dí a la noticia.

 

En Puerto Rico y para entonces, me apasionaba el  Base Ball; el nuestro y el de Estados Unidos . Había visto estrellas de color como Joshua Gibson ( Santurce) , Roy Partlow (Ponce), Satchel Paige, Roy Campanella y claro Willard Brown  de mis Cangrejeros. Fenómenos eran muchos de ellos siendo lanzadores y cuarto bates. No sabía yo quien era Jackie Robinson y no entendía la controversia del racismo porque si algo me enseño el deporte a temprana edad fue el respetar a mi adversario fuera blanco, negro o jabao.

 

Por eso, Robinson era para mi un pelotero más y alentaba a mis Dodgers contra los Gigantes porque era el equipo de Olmo cuyo jonrón en la serie mundial de 1949  contra los Yankees YO VÍ en Ebbets Field.

 

El prejuicio racial es pura abominación. Comparar el que hubo en la sociedad puertorriqueña y del que algunos alegan  todavía queda algo, con el de los confederados, es una ridiculez. Habría que haber vivido en esos estados del sur o aún del norte en la década del 1940 cuando, hasta en las fuerzas armadas se exigía la odiosa segregación.

 

A nosotros los boricuas, ver un filme como 42 nos sobrecoge y nos desmoraliza porque somos un Pueblo generoso donde jamás pudiéramos discriminar  contra la humanidad de otros seres al extremo de tratarlos como inferiores e indignos de compartir los  haberes más necesarios.

 

Y uno tiene que preguntarse ¿de donde y como le viene al ‘americano’

del sur tan desgraciado prejuicio?  –

 

Cientos de miles de africanos fueron traídos al sur de la línea Mason Dixon para trabajar como puros esclavos en los campos de algodón y tabacaleros de latifundistas. Se establecía asi la  cultura del trabajo esclavista y deshumanizante. Analfabetos e insolventes, los negros compartían tareas con las bestias recibiendo igual compensación. Y aunque por su emancipación se libró la Guerra Civil de 1861, esas libertades fueron más formales que realidad pasándose a la etapa de ” separate but equal” para de alguna manera mantenerlos estigmatizados como seres inferiores.

-Y todavía para buena parte de la década del 1950 los Don Newcombe, Roy Campanella, Larry Doby, Lucius Easter, Wille Mays etc., cuando viajaban, tenían que quedarse en hoteles para negros y no compartían ningún comedor con sus compañeros blancos. Esas barbaridades racistas

que Hollywood   ha expuesto en centenares de películas  impactan con

más fuerza cuando se dan en los deportes.

 

Ese discrimen se practicaba en otros países. Siempre recuerdo mi experiencia en el basket  de los Juegos Centroamericanos de 1954 cuando vencimos a un equipo de Cuba en el que no había un jugador negro. La explicación era que los negros no podían ser miembros del Club El Vedado donde, en aquél entonces,  se concentraba el baloncesto cubano.

 

En su expansión hacia el oeste, los ‘americanos’ mataron a miles de indios  para apoderarse de sus tierras y a los que dejaron vivos los aislaron convenientemente en reservaciones. Los imperialistas españoles también hicieron algo parecido en sus posesiones de América con el atenuante de que muchos se parearon con sus esclavas, algo que los anglo sajones, como hijos de los ingleses, no practicaron con igual ímpetu.

 

Es intrigante la tésis de que hay influencias bíblicas en el prejuicio racial que surge de la alegoría de la creación en la que Adán y Eva se presentan como de la raza blanca . Son muchos los fundamentalistas que se adhieren a esa mitología y la difunden en sus escuelas de catecismo cristiano. ( Sunday Schools).

 

Toda película, aún a la que se le califica como basada en hechos de la vida real, contiene inexactitudes y exageraciones que rayan en la ficción. Por ejemplo, presentaron a Spider Jorgensen (utility de los

Dodgers)  bateando a los derecho siendo un bateador zurdo que, como Ted Williams y otros, tiraba a la derecha y por eso podía jugar tercera base y segunda. Yo me conocía el roster completo de esos equipos de Brooklyn incluyendo los números de sus uniformes y me sorprendió  cuando anunciaron a un Jorgensen bateando a lo derecho.

Jackie Robinson no era un novato cualquiera. Para empezar había cumplido sus 27 años cuando debutó con los Dodgers pero además había sido una estrella deportiva en la Universidad (UCLA) destacándose en Base Ball, Baloncesto y Football.  Su madurez como persona y como competidor le permitió soportar el purgatorio de un primer año en que fuera objeto de toda clase de humillaciones y hasta amenazas de muerte.

 

Branch Rickey es el otro personaje de gran relieve en esta histórica

historia. El actor Harrison Ford    lo personifica a las mil

maravillas  como lo que era: un cínico inescrupuloso cuya razón para firmar a Robinson lo mismo la canta como humanitaria que la proyecta como un buen negocio . Este es el mismo Branch Rickey que, en 1945 y después que nuestro Luis Rodríguez Olmo brilló como el mejor pelotero de los Dodgers, le negó un aumento de $4,000 en su salario  (ganaba

$6,000 y pidió le pagaran $10,000) obligándo a nuestro Jíbaro a firmar con la Liga Mexicana de los Pasquel quienes le ofrecían $40,000 por jugar.

 

Rickey se confesaba como un Metodista practicante al punto de que, aún cuando era pelotero, rehusaba jugar los domingos para cumplir con el dogma cristiano. Sus citas de pasajes bíblicos siempre le daban la razón. Sin embargo, los anécdotas sobre sus mendacidades llenan muchas páginas.

 

-La película 42 es un clásico.

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